Salmos
Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos de los malos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se asienta en la cátedra pestilente de los libertinos;
¿Por qué causa se han embravecido tanto las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos?
¡Ah, Señor! ¿Cómo es que se han aumentado tanto mis perseguidores? Son muchísimos los que se han rebelado contra mí.
Así que lo invoqué, me oyó Dios, que es mi justicia; tú, ¡oh Dios mío!, en mi angustia me ensanchaste el corazón. Apiádate aún de mí, y presta oídos a mi oración.
Presta oídos, Señor, a mis palabras; escucha mis clamores.
Señor, no me reprendas en medio de tu saña, ni me castigues en la fuerza de tu enojo.
Señor, Dios mío, en ti he puesto mi esperanza; sálvame de todos mis perseguidores, y líbrame.
Oh Señor, soberano dueño nuestro, ¡cuán admirable es tu santo Nombre en toda la tierra! Porque tu majestad se ve ensalzada sobre los cielos.
A ti, ¡oh Señor!, tributaré gracias con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.
En el Señor tengo puesta mi confianza: ¿Cómo, pues, decís a mi alma: Retírate prontamente al monte, como un ave que huye?
Sálvame, Señor; porque ya no se halla un hombre de bien sobre la tierra; porque las verdades no se aprecian ya entre los hijos de los hombres.
¿Hasta cuándo, oh Señor, me has de tener en profundo olvido? ¿Hasta cuándo apartarás de mí tu rostro?
Dijo en su corazón el insensato: No hay Dios. Los hombres se han corrompido, y se han hecho abominables por seguir sus pasiones; no hay quien obre bien, no hay uno siquiera.
¡Ah, Señor!, ¿quién morará en tu celestial tabernáculo?; ¿o quién descansará en tu santo monte?
Sálvame, oh Señor, pues tengo puesta en ti toda mi esperanza.
Atiende, ¡oh Señor!, a mi justicia, acoge mis plegarias. Presta oídos a mi oración, que no la pronuncio con labios hipócritas o fraudulentos.
Salmo de David, siervo del Señor, a cuya gloria dirigió las palabras de este cántico, el día en que le libró el Señor de las manos de todos sus enemigos, como también del poder de Saúl, con cuyo motivo dijo: A ti he de amarte, ¡oh Señor!, que eres toda mi fortaleza.
Los cielos publican la gloria de Dios y el firmamento anuncia la grandeza de las obras de sus manos.
Que te oiga, ¡oh rey!, el Señor el día de la tribulación; que te defienda el Nombre del Dios de Jacob .
Oh, Señor, en tu gran poder hallará el rey su alegría, y saltará de extremado gozo por la salvación que le has enviado.
¡Oh Dios!, ¡oh Dios mío, vuelve a mí tus ojos! ¿Por qué me has desamparado? Los gritos de los pecados míos alejan de mí la salud.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Del Señor es la tierra y cuanto ella contiene; el mundo y todos sus habitantes.
A ti, ¡oh Señor!, he levantado mi espíritu.
¡Oh Señor!, sé tú mi juez, puesto que yo he procedido según mi inocencia; y esperando en el Señor no vacilaré.
El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién he de temer yo? El Señor es el defensor de mi vida: ¿quién me hará temblar?
A ti, oh Señor, clamaré, no te hagas sordo a mis ruegos, Dios mío; no sea que no haciendo tú caso de mí, llegue yo a contarme con los que bajan al sepulcro.
Presentad al Señor, ¡oh hijos de Dios!, presentad al Señor corderos para el sacrificio.
Te glorificaré, ¡oh Señor!, por haberte declarado protector mío, no dejando que mis enemigos se gozaran a costa de mí.
Oh Señor, en ti tengo puesta mi esperanza; no quede yo para siempre confundido; sálvame, pues eres justo.
Felices aquellos a quienes se han perdonado sus iniquidades, y se han borrado sus pecados.
Regocijaos, ¡oh justos!, en el Señor; a los rectos de corazón es a quienes les está bien alabarle.
Alabaré al Señor en todo tiempo, no cesarán mis labios de pronunciar sus alabanzas.
Juzga, ¡oh Señor!, a los que me dañan; bate a los que pelean contra mí.
Resolvió el impío en su corazón el hacer el mal; no hay temor de Dios ante sus ojos.
No envidies la prosperidad de los malignos, ni tengas celos de los que obran la iniquidad;
Oh Señor, no me reprendas en medio de tu saña; ni en medio de tu cólera me castigues.
Dije yo en mi corazón: Velaré mi conducta para no pecar con mi lengua. Ponía un candado en mi boca, cuando el pecador se presentaba contra mí.
Con ansia suma estuve aguardando al Señor, y por fin inclinó a mí sus oídos,
Bienaventurado aquel que piensa en el necesitado y en el pobre; el Señor le librará en el día aciago.
Como busca el sediente ciervo por las fuentes de aguas, así, ¡oh Dios!, clama por ti el alma mía.
Júzgame tú, oh Dios, y toma en tus manos mi causa; líbrame de la gente impía, y del hombre inicuo y engañador.
Nosotros, oh Dios, hemos oído por nuestros propios oídos, nuestros padres nos han contado las obras que tú hiciste en sus días y en los tiempos antiguos.
Hirviendo está el pecho mío en sublimes pensamientos. Al rey consagro yo esta obra. Mi lengua es pluma de amanuense que escribe muy ligero.
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro defensor en las tribulaciones que tanto nos han acosado.
Naciones todas, dad palmadas de aplauso; gritad alegres a Dios con voces de júbilo.
Grande es el Señor, y dignísimo de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
Oíd estas cosas, naciones todas; estad atentos vosotros todos los que habitáis la tierra;
El Dios de los dioses, el Señor ha hablado y ha convocado la tierra, desde el oriente hasta el occidente.
Cuando, después que pecó con Betsabé, vino a él el profeta Natán. Ten piedad de mí, oh Dios, según la grandeza de tu misericordia; y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad.
Cuando Doeg, idumeo, fue a dar aviso a Saúl, diciéndole que David había estado en casa de Aquimelec. ¿Por qué haces alarde de tu malignidad, tú que sólo empleas el valimiento para obrar la iniquidad?
Se estragaron los hombres y se han hecho abominables por sus maldades. No hay quien obre el bien.
cuando fueron los zifeos a decir a Saúl: ¿No sabes que David está escondido entre nosotros?. Sálvame, ¡oh Dios!, por tu Nombre, y defiéndeme con tu poder.
Oye benigno, ¡oh Dios!, mi oración, y no desprecies mi humilde súplica.
Para la gente que estaba lejos del santuario. Inscripción para ponerse sobre una columna por David, cuando los extranjeros o filisteos le detuvieron en Get. Apiádate de mí, ¡oh Dios mío!, porque el hombre me está atropellando indignamente; me tiene angustiado, combatiendo todo el día contra mí.
No destruyas a tu siervo. Ten piedad de mí. ¡Dios mío!, apiádate de mí; ya que mi alma tiene puesta en ti su confianza. A la sombra de tus alas esperaré, hasta que pase la iniquidad.
No destruyas a tu siervo. Si verdaderamente hacéis profesión de la justicia, sean rectos vuestros juicios, ¡oh hijos de los hombres!
No destruyas a tu siervo. Sálvame, Dios mío de mis enemigos, líbrame de los que me asaltan.
Inscripción para una columna. Salmo de David, para instrucción, cuando quemó la Mesopotamia de Siria y a Soba, y vuelto Joab, venció la Idumea, derrotando doce mil hombres en el valle de las Salinas. Oh Dios, tú nos desechaste, e hiciste que quedásemos arruinados; montaste en cólera pero te apiadaste de nosotros.
Escucha, oh Dios mío, mi súplica; atiende mi oración.
¿Cómo no estará mi alma sometida a Dios, dependiendo de él mi salvación?
¡Dios mío, oh mi Dios!, a ti aspiro, y me dirijo desde que apunta la aurora. De ti está sedienta el alma mía. ¡Y de cuántas maneras lo está también este mi cuerpo!
Escucha oh Dios mío, mi oración, cuando a ti clamo; libra mi alma del temor que me causa el enemigo.
Salmo de David. Cántico de Jeremías y de Ezequiel para el pueblo transportado al cautiverio, cuando empezaba a salir de él. A ti, ¡oh Dios!, se te deben los himnos en Sión, y a ti se te presentarán los votos en Jerusalén .
Moradores todos de la tierra, dirigid a Dios voces de júbilo.
Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga; haga resplandecer sobre nosotros la luz de su rostro, y nos mire compasivo;
Levántese Dios, y sean disipados sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecen.
Sálvame, oh Dios, porque las aguas han penetrado hasta mi alma.
Oh Dios, atiende a mi socorro; acude, Señor, luego a ayudarme.
En ti, ¡oh Señor!, tengo puesta mi esperanza; no sea yo para siempre confundido.
Da, ¡oh Dios! al rey tus leyes para juzgar, da al hijo del rey tu justicia,
¡Cuán bondadoso es Dios para Israel, para los que son de corazón recto!
¿Y por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Cómo se ha encendido tu furor contra las ovejitas que apacientas?
Profeta . Te alabaremos, oh Dios, te bendeciremos e invocaremos tu Nombre. Publicaremos tus maravillas.
Dios es conocido en la Judea; en Israel es grande su Nombre.
Alcé mi voz y clamé al Señor, a Dios clamé, y me atendió.
Escucha, pueblo mío, mi ley y ten atentos tus oídos para percibir las palabras de mi boca.
Oh Dios, los gentiles han entrado en tu heredad; han profanado tu santo templo; han dejado a Jerusalén como una barraca de hortelano.
Escucha, ¡oh tú, pastor de Israel!, tú que apacientas el pueblo de José, como a ovejas. Tú que estás sentado sobre los querubines, manifiéstate,
Regocijaos, alabando a Dios nuestro protector; celebrad con júbilo al Dios de Jacob .
Presente está Dios en la reunión de los dioses de la tierra, y allí en medio de ellos juzga a esos dioses.
¡Oh Dios! ¿Quién hay semejante a ti? No estés así en silencio; no te contengas, Dios mío.
¡Oh cuán amables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
¡Oh Señor! tú has derramado la bendición sobre tu tierra; tú has libertado del cautiverio a Jacob .
Inclina, Señor, tu oído a mis ruegos, y escúchame, porque me hallo afligido y necesitado.
Sobre los montes santos está Jerusalén fundada.
Para los hijos de Coré, hasta el fin, sobre Mahelet; para cantarse alternativamente. Instrucción de Emán ezraíta. Señor Dios de mi salud, día y noche estoy clamando tu presencia.
Cantando estaré eternamente la misericordia del Señor. A hijos y nietos haré notoria por mi boca tu fidelidad.
Señor, en todas épocas has sido tú nuestro amparo.
El que se acoge al asilo del Altísimo, descansará siempre bajo la protección del Dios del cielo.
Bueno es tributar alabanzas al Señor; y salmear a tu Nombre, ¡oh Altísimo!,
El Señor reinó, se revistió de gloria, se armó de fortaleza, y se ciñó todo de ella. Asentó también firme la tierra, y no será conmovida.
El Señor es el Dios de las venganzas; y el Dios de las venganzas ha obrado con libertad.
Venid, regocijémonos en el Señor; cantemos con júbilo las alabanzas del Dios, salvador nuestro.
Cantad al Señor un cántico nuevo. Regiones todas de la tierra, cantad al Señor.
El Señor es el que reina: Regocíjese la tierra; muestre su júbilo la multitud de islas.
Cantad al Señor un cántico nuevo; porque ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo han obrado su salvación.
Reina ya el Señor, que se estremezcan los pueblos; reina ya aquel que está sentado sobre los querubines, agítese la tierra.
Moradores todos de la tierra, cantad con júbilo las alabanzas de Dios;
Cantaré, Señor, las alabanzas de tu misericordia y de tu justicia.
Oración de un miserable, que hallándose atribulado derrama en la presencia del Señor sus plegarias. Escucha, ¡oh Señor!, benignamente mis ruegos; y lleguen hasta ti mis clamores.
Bendice, ¡oh alma mía!, al Señor, y bendigan todas mis entrañas su santo Nombre.
¡Oh alma mía!, bendice al Señor. Señor Dios mío, tú te has engrandecido mucho y en gran manera. Te has revestido de gloria y de majestad;
Alabad al Señor e invocad su Nombre; predicad entre las naciones sus admirables obras.
Alabad al Señor porque es tan bueno, porque es eterna su misericordia.
Alabad al Señor, porque es tan bueno, porque es eterna su misericordia.
Dispuesto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré y entonaré salmos en medio de mi gloria.
Oh Dios mío, no calles mi alabanza;
El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, mientras que yo pongo a tus enemigos por tarima de tus pies.
Oh Señor, te loaré con todo mi corazón en la sociedad de los justos y en tu pueblo.
Bienaventurado el hombre que teme al Señor, y que toda su afición la pone en cumplir sus mandamientos.
Alabad ¡oh jóvenes! al Señor, dad loores al Nombre del Señor.
Cuando Israel salió de Egipto, al partir la casa de Jacob de en medio de aquel pueblo extranjero.
Amé al Señor, seguro de que oirá la voz de mi oración.
Alabad al Señor, naciones todas de la tierra, pueblos todos cantad sus alabanzas.
Alabad al Señor, porque es tan bueno; porque hace brillar eternamente su misericordia.
Bienaventurados los que proceden sin mancilla, los que caminan según la ley del Señor.
Clamé al Señor en mi tribulación, y me atendió.
Alcé mis ojos hacia los montes de Jerusalén , de donde me vendrá el socorro.
Gran contento tuve cuando se me dijo: Iremos a la casa del Señor.
A ti, Señor, que habitas en los cielos, levanté mis ojos.
A no haber estado el Señor con nosotros, confiéselo ahora Israel,
Los que ponen en el Señor su confianza estarán firmes como el monte de Sión; nunca jamás será derrotado el morador
Cuando el Señor haga volver a Sión los cautivos, será indecible nuestro consuelo.
Si el Señor no es el que edifica la casa, en vano se fatigan los que la fabrican. Si el Señor no guarda la ciudad, inútilmente se desvela el que la guarda.
Bienaventurados todos aquellos que temen al Señor, que andan por sus santos caminos.
Muchas veces me han asaltado los enemigos desde mi tierna edad; dígalo ahora Israel.
Desde lo más profundo clamé a ti, ¡oh Señor!
¡Oh Señor!, no se ha enorgullecido mi corazón, ni mis ojos se han mostrado altivos. No he aspirado a cosas grandes, ni a cosas elevadas sobre mi capacidad.
Acuérdate de David, ¡oh Señor!, y de toda su gran mansedumbre;
¡Oh cuán buena y cuán dulce cosa es vivir los hermanos en mutua unión!
Ea, pues, bendecid al Señor ahora mismo, vosotros todos, ¡oh siervos del Señor! Vosotros los que asistís en la casa del Señor, en los atrios del templo de nuestro Dios,
Alabad el nombre del Señor; tributadle alabanzas vosotros, siervos suyos
Alabad al Señor, porque es infinitamente bueno, porque es eterna su misericordia.
En las márgenes de los ríos del país de Babilonia, allí nos sentábamos, y nos poníamos a llorar, acordándonos de ti, ¡oh Sión!
Te alabaré, Señor, con todo mi corazón; porque oíste las peticiones de mi boca. En presencia de los ángeles te cantaré himnos.
Tú sabes cuanto hago, ora esté quieto, ora andando.
Líbrame, ¡oh Señor!, del hombre malvado, líbrame del hombre perverso.
Señor, a ti he clamado, óyeme benigno; atiende mi voz, cuando hacia ti la dirijo.
Alcé mi voz para clamar al Señor; al Señor dirigí los clamores de mi plegaria.
¡Oh Señor!, escucha benigno mi oración; presta oídos a mi súplica, según la verdad de tus promesas; óyeme por tu misericordia.
Bendito sea el Señor Dios mío, que adiestra mis manos para la pelea y mis dedos para manejar las armas.
Te ensalzaré, ¡oh Dios y rey mío!, y bendeciré, y cantaré alabanzas a tu Nombre desde ahora, y por los siglos de los siglos.
Alaba al Señor, ¡oh alma mía!
Alabad al Señor; porque justa cosa es cantarle himnos. Cántese a nuestro Dios un grato y digno cántico.
Alabad al Señor vosotros que estáis en los cielos; alabadle los que estáis en las alturas.
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuenen sus loores en la reunión de los santos.
Alabad al Señor que reside en su celestial santuario; alabadle sentado en el firmamento o trono de su poder.