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Salmos, 101


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[1] Oración de un miserable, que hallándose atribulado derrama en la presencia del Señor sus plegarias. Escucha, ¡oh Señor!, benignamente mis ruegos; y lleguen hasta ti mis clamores.

[2] No apartes de mí tu rostro, en cualquier ocasión en que me halle atribulado dígnate oírme. Acude luego a mí, siempre que te invocare;

[3] porque como humo han desaparecido mis días, y áridos están mis huesos como leña seca.

[4] Estoy marchito como el heno, árido está mi corazón; pues hasta de comer mi pan me he olvidado.

[5] De puro gritar y gemir me he quedado con sola la piel pegada a los huesos.

[6] Me he vuelto semejante al pelícano, que habita en la soledad; me parezco al búho en su triste albergue.

[7] Paso insomnes las noches, y vivo cual pájaro que está solitario sobre los tejados.

[8] Me hieren todo el día mis enemigos, y aquellos que me alaban se han conjurado contra mí.

[9] Porque el alimento que tomo va mezclado con la ceniza; y mis lágrimas con mi bebida,

[10] a vista de tu ira e indignación, pues me levantaste en alto para estrellarme.

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Alude a la ceniza que esparcían sobre su cabeza en señal de penitencia. Ps. 41, 4.

[11] Como sombra han pasado mis días y me he secado como el heno.

[12] Pero tú, Señor, permaneces para siempre, y tu memoria pasará de generación en generación.

[13] Tú te levantarás, y tendrás lástima de Sión; porque tiempo es el de apiadarte de ella, llegó ya el plazo.

[14] Y porque hasta sus mismas ruinas son amadas de tus siervos, y miran éstos con afición aun al polvo de aquella tierra.

[15] Entonces, ¡oh Señor!, las naciones temerán tu santo Nombre, y todos los reyes de la tierra respetarán tu gloria.

[16] Porque el Señor reedificará a Sión, en donde se dejará ver con toda majestad.

[17] El escuchó la oración de los humildes, y no despreció sus plegarias.

[18] Que se escriban estas cosas para la generación venidera; y el pueblo que será creado glorificará al Señor.

[19] Porque desde su excelso santuario inclinó los ojos hacia nosotros. Se puso el Señor desde el cielo a mirar la tierra,

[20] para escuchar los gemidos de los que estaban entre cadenas, para libertar a los sentenciados a muerte,

[21] a fin de que prediquen en Sión el Nombre del Señor y sus alabanzas en Jerusalén .

[22] Entonces los pueblos y reyes se reunirán para servir juntos al Señor.

[23] Dijo el justo en medio de su florida edad: Manifiéstame ¡oh Señor!, el corto número de mis días.

[24] No me llames a la mitad de mi vida. Eternos son tus años.

[25] ¡Oh Señor!, tú eres el que al principio creaste la tierra; los cielos obra son de tus manos.

[26] Estos perecerán; pero tú eres inmutable. Vendrán a gastarse como un vestido. Y los mudarás como quien muda una capa, y mudados quedarán.

[27] Mas tú eres siempre el mismo, y tus años no tendrán fin.

[28] Los hijos de tus siervos habitarán tranquilos en Jerusalén , y su descendencia quedará arraigada por los siglos de los siglos.

Salmos, 101