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Salmos, 56


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[1] No destruyas a tu siervo. Ten piedad de mí. ¡Dios mío!, apiádate de mí; ya que mi alma tiene puesta en ti su confianza. A la sombra de tus alas esperaré, hasta que pase la iniquidad.

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Sal 108 (107).

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Este salmo es una lamentación individual, que concluye con una acción de gracias. 2Sm. 22, 1; 24, 4.

[2] Clamaré a Dios altísimo, a Dios que tanto bien me ha hecho.

[3] Envió desde el cielo a librarme; cubrió de oprobio a los que me traían entre pies. Envió Dios su misericordia y su verdad,

[4] y sacó mi alma de entre fuertes leones; lleno de turbación me quedé como adormecido. Porque rejones y flechas son los dientes de los hijos de los hombres, y su lengua tajante espada.

[5] ¡Oh Dios mío!, ensálzate tú mismo sobre los cielos, y haz brillar tu gloria por toda la tierra.

[6] Armado habían ellos un lazo a mis pies, y tenían acobardado mi espíritu. Abrieron delante de mí un hoyo; mas ellos cayeron en él.

[7] Mi corazón, ¡oh Dios!, está pronto; dispuesto está mi corazón; yo cantaré y entonaré salmos.

[8] Ea, levántate, gloria mía, apresúrate, ¡oh salterio y cítara! Yo me levantaré al rayar el alba.

[9] Te alabaré, oh Señor, en medio de los pueblos, y te cantaré himnos entre las naciones;

[10] porque hasta los cielos ha sido ensalzada tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad.

[11] ¡Oh Dios mío!, ensálzate tú mismo sobre los cielos, y tu gloria por toda la tierra.

Salmos, 56