Salmos, 38
[1] Dije yo en mi corazón: Velaré mi conducta para no pecar con mi lengua. Ponía un candado en mi boca, cuando el pecador se presentaba contra mí. •
[2] Enmudecí y me humillé, y me abstuve de responder aun cosas buenas; con lo cual se aumentó mi dolor. •
[3] Sentí que se inflamaba mi corazón; y en mi meditación se encendían llamas de fuego. •
[4] Solté mi lengua, diciendo: ¡Ah Señor!, hazme conocer mi fin, y cuál es el número de mis días, para que yo sepa lo que me resta de vida. •
[5] Cierto que has señalado a mis días término corto; y que toda mi subsistencia es como nada ante tus ojos. Verdaderamente que es la suma vanidad todo hombre viviente. •
[6] En verdad que como una sombra pasa el hombre; y por eso se afana y agita en vano. Atesora, y no sabe para quién allega todo aquello. •
[7] Ahora bien, ¿cuál es mi esperanza? ¿Por ventura no eres tú, oh Señor, en quien está todo mi bien? •
[8] Líbrame de todas las iniquidades; tú me hiciste objeto de los ultrajes del insensato. •
[9] Enmudecí, y no abrí mi boca, porque todo lo hacías tú. •
[10] Señor, levanta de mí tu azote. •
[11] A los recios golpes de tu mano, yo desfallecí cuando me corregías; por el pecado castigaste tú al hombre; e hiciste que su vida se consumiese como araña. Ciertamente que en vano se conturba y agita el hombre. •
[12] Oye, Señor, mi oración, y mi súplica; atiende a mis lágrimas; no guardes silencio; puesto que yo soy delante de ti un advenedizo y peregrino como todos mis padres. •
[13] Afloja un poco conmigo, y déjame respirar, antes que yo parta y deje de existir. •
Aun confiando en Dios, el salmo termina con una expresión sombría. Job. 7, 9; 10, 20-21.