Salmos, 4
[1] Así que lo invoqué, me oyó Dios, que es mi justicia; tú, ¡oh Dios mío!, en mi angustia me ensanchaste el corazón. Apiádate aún de mí, y presta oídos a mi oración. •
[2] ¡Oh, hijos de los hombres!, ¿hasta cuándo seréis de estúpido corazón?; ¿por qué amáis la vanidad y vais en pos de la mentira? •
[3] Sabed, pues, que es el Señor quien ha hecho admirable su Santo: el Señor me oirá siempre que clamare a él. •
[4] Enojaos, y no queráis pecar más; compungíos en el retiro de vuestros lechos de las cosas que andáis meditando en vuestros corazones. •
A su Cristo o Ungido.
[5] Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor. Dicen muchos: ¿Quién nos hará ver los bienes que se nos prometen? •
[6] Impresa está, Señor, sobre nosotros la luz de tu rostro: tú has infundido la alegría en mi corazón. •
Contra vosotros mismos. Ef. 4, 26.
[7] Ellos están bien abastecidos y alegres con la abundancia de su trigo, vino y aceite. •
[8] Mas yo, Dios mío, dormiré en paz, y descansaré en tus promesas: Porque tú, ¡Oh Señor!, sólo tú has asegurado mi esperanza. •