Sabiduría
Amad la justicia, vosotros los que juzgáis o gobernáis la tierra. Sentid bien del Señor, y buscadlo con sencillez de corazón;
Dijeron, pues, los impíos entre sí, discurriendo sin juicio: Corto y lleno de tedio es el tiempo de nuestra vida; no hay consuelo en el fin del hombre o después de su muerte, ni se ha conocido nadie que haya vuelto de los infiernos o del otro mundo.
Las almas de los justos están en la mano de Dios; y no llegará a ellas el tormento de la muerte eterna.
¡Oh cuán bella es la generación casta con esclarecida virtud! Inmortal es su memoria, y en honor delante de Dios y de los hombres.
Entonces los justos se presentarán con gran valor contra aquellos que los angustiaron y robaron el fruto de sus fatigas.
Más vale la sabiduría que las fuerzas; y el varón prudente más que el valeroso.
A la verdad que soy también yo un hombre mortal, semejante a los demás, y del linaje de aquel que siendo el primero fue formado de la tierra; y en el vientre de la madre recibí la humana figura de carne.
Ella, pues, abarca fuertemente de un cabo a otro todas las cosas, y las ordena todas con suavidad.
Oh Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste todas cosas por medio de tu palabra,
Ella guardó al que fue por el mismo Dios formado, al primer padre del mundo, habiendo sido criado él solo;
La misma dirigió sus pasos bajo el gobierno del santo profeta Moisés.
¡Oh cuán benigno y suave es, oh Señor, tu espíritu en todas las cosas!
Vanidad, y no más, son ciertamente todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios; y que por los bienes visibles no llegaron a entender al Ser Supremo, ni considerando las obras reconocieron al artífice de ellas;
Asimismo piensa otro en navegar, y estando para surcar las encrespadas olas, invoca un leño más endeble que aquel en que va.
Tú, oh Dios nuestro, tú eres benigno y veraz, y justo, y todo lo gobiernas con misericordia.
Por eso fueron justamente atormentados por medio de aquellas mismas o semejantes cosas que adoraban, y exterminados por una turba de animales soeces.
Grandes son, ¡oh Señor!, tus juicios, e inefables tus obras. Por eso las almas privadas de la ciencia o luz celestial, cayeron en el error.
Entretanto, Señor, gozaban tus santos, o escogidos, de una grandísima luz; y oían las voces de los egipcios, pero sin verlos. Y te daban a ti la gloria de que no padecían las mismas angustias,
Mas sobre los impíos egipcios descargó la ira sin misericordia hasta el fin; pues el Señor estaba previendo lo que les había de acontecer.