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Sabiduría, 2


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[1] Dijeron, pues, los impíos entre sí, discurriendo sin juicio: Corto y lleno de tedio es el tiempo de nuestra vida; no hay consuelo en el fin del hombre o después de su muerte, ni se ha conocido nadie que haya vuelto de los infiernos o del otro mundo.

[2] Pues nacido hemos de la nada, y pasado lo presente, seremos como si nunca hubiésemos sido. La respiración o resuello de nuestras narices es como un ligero humo; y el habla o el alma como una transitoria chispa, con la cual se mueve nuestro corazón.

[3] Apagada que sea, quedará nuestro cuerpo reducido a ceniza; y el espíritu se disipará, cual sutil aire; se desvanecerá ha, como una nube que pasa, nuestra vida; y desaparecerá como niebla herida de los rayos del sol, y disuelta con su calor.

[4] Caerá en olvido con el tiempo nuestro nombre, sin que quede memoria de nuestras obras.

[5] Porque el tiempo de nuestra vida es una sombra que pasa, y no hay retorno después de la muerte; porque queda puesto el sello, y nadie vuelve atrás.

[6] Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes; y apresurémonos a disfrutar de las criaturas mientras somos jóvenes.

[7] Llenémonos de vinos exquisitos, y de olorosos perfumes, y no dejemos pasar la flor de la edad.

[8] Coronémonos de rosas antes que se marchiten; no haya prado donde no dejemos las huellas de nuestra intemperancia.

[9] Ninguno de nosotros deje de tomar parte de nuestras diversiones; dejemos por todas partes vestigios de nuestro regocijo, ya que nuestra herencia es ésta, y así es nuestra suerte.

[10] Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda, ni respetemos las canas del anciano de muchos días.

[11] Sea nuestra fuerza la única ley de justicia; pues lo flaco, según se ve, de nada sirve.

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Los malos aborrecen a los buenos, sólo por su bondad.

[12] Armemos, pues, lazos al justo, visto que no es de provecho para nosotros, y que es contrario a nuestras obras, y nos echa en cara los pecados contra la ley, y nos desacredita divulgando nuestra depravada conducta.

[13] Protesta tener la ciencia de Dios, y se llama a sí mismo hijo de Dios.

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La descripción del justo se basa en el Cuarto Canto del Siervo. Is. 52, 13-53, 12; Jn. 7, 16-28; 17, 3; Mt. 27, 43.

[14] Se ha hecho el censor de nuestros pensamientos.

[15] No podemos sufrir ni aun su vista; porque no se asemeja su vida a la de los otros, y sigue una conducta muy diferente.

[16] Nos mira como a gente frívola y ridícula, se abstiene de nuestros usos como de inmundicias, prefiere lo que esperan los justos en la muerte; y se gloría de tener a Dios por padre.

[17] Veamos ahora si sus palabras son verdaderas; experimentemos lo que le acontecerá, y veremos cuál será su paradero.

[18] Que si es verdaderamente hijo de Dios, Dios lo tomará a su cargo, y lo librará de las manos de sus adversarios.

[19] Examinémoslo a fuerza de afrentas y de tormentos, para conocer su resignación y probar su paciencia.

[20] Condenémosle a la más infame muerte; pues según sus palabras será él atendido.

[21] Estas cosas idearon los impíos, y tanto desatinaron, cegados de su propia malicia.

[22] Y no entendieron los misterios de Dios, ni creyeron que hubiese galardón para el justo, ni hicieron caso de la gloria reservada a las almas santas.

[23] Porque Dios creó inmortal al hombre, y lo formó a su imagen y semejanza;

[24] mas por la envidia del diablo, entró la muerte al mundo.

[25] E imitan al diablo los que son de su bando.

Sabiduría, 2