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Sabiduría, 7


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[1] A la verdad que soy también yo un hombre mortal, semejante a los demás, y del linaje de aquel que siendo el primero fue formado de la tierra; y en el vientre de la madre recibí la humana figura de carne.

[2] En el espacio de diez meses fui formado de una sangre cuajada y de la sustancia del hombre, concurriendo lo apacible del sueño.

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Los antiguos escritores griegos y latinos hablan también de la misma cantidad de meses, diez, y entienden meses lunares. Job. 10, 10; Je. 1, 5; Ps. 118, 73.

[3] Y luego que nací, respiré en común aire, y casi sobre la misma tierra que todos; y mi primera voz, como la de todos los demás niños, fue de llanto.

[4] Fui criado entre pañales y con grandes cuidados o desvelos.

[5] Porque no ha tenido otra manera de nacer que ésta ninguno de los reyes.

[6] Una misma, pues, es para todos la entrada a la vida, y semejante es la salida.

[7] Por esto deseé yo la inteligencia, y me fue concedida; e invoqué del Señor el espíritu de sabiduría, y se me dio,

[8] y la preferí a los reinos y tronos, y en su comparación tuve por nada las riquezas,

[9] y no parangoné con ellas las piedras preciosas; porque todo el oro, respecto de ella, no es más que una menuda arena, y a su vista la plata será tenida por lodo.

[10] La amé más que la salud y la hermosura; y propuse tenerla por luz y norte porque su resplandor es inextinguible.

[11] Todos los bienes me vinieron con ella, y he recibido por su medio innumerables riquezas.

[12] Y me gozaba en todas estas cosas, porque me guiaba esta sabiduría; e ignoraba yo que ella fuese madre de todos estos bienes.

[13] La aprendí sin ficción, y la comunico sin envidia, ni encubro su valor;

[14] pues es un tesoro infinito para los hombres, que a cuantos se han valido de él, los ha hecho partícipes de la amistad de Dios y recomendables por los dones de la doctrina que han enseñado.

[15] A mí me ha concedido Dios expresar con claridad lo que siento; y tener pensamientos dignos de los dones recibidos del Señor, porque él es la guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios;

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La sabiduría y el uso de ella son un don de Dios.

[16] puesto que estamos en sus manos nosotros, y nuestros discursos, y toda la sabiduría, y la ciencia del obrar, y la disciplina.

[17] El mismo me dio la verdadera ciencia de las cosas existentes; para que yo conozca la constitución del mundo, y las virtudes de los elementos;

[18] el principio y el fin y el medio de los tiempos, y las mudanzas de las estaciones, y las vicisitudes o variaciones de los tiempos;

[19] el curso del año, y las situaciones de las estrellas;

[20] las naturalezas de los animales, y la bravura de las fieras; la violencia de los vientos, y las inclinaciones de los hombres; la variedad de las plantas, y las virtudes de las raíces.

[21] En suma, aprendí cuantas cosas hay ocultas y nunca vistas; pues la sabiduría, que es el artífice de todas, me instruyó.

[22] Porque en ella tiene su morada el espíritu de inteligencia, espíritu santo, único, multiforme, sutil, elocuente, ágil, inmaculado, infalible, suave, amante del bien, perspicaz, irresistible, benéfico,

[23] amador de los hombres, benigno, estable, constante, seguro, el cual lo puede todo, todo lo prevé y que abarca en sí todos los espíritus, inteligente, puro y sutil.

[24] Pues la sabiduría es más ágil que todas las cosas que se mueven, y alcanza a todas partes, a causa de su pureza o espiritualidad,

[25] siendo como es una exhalación de la virtud de Dios, o como una pura emanación de la gloria de Dios, omnipotente; por lo que no tiene lugar en ella misma cosa manchada;

[26] como que es el resplandor de la luz eterna, y un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad.

[27] Y con ser una sola lo puede todo; y siendo en sí inmutable, todo lo renueva, y se derrama por todas las naciones entre las almas santas, formando amigos de Dios y profetas.

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Por toda la humanidad. Dios, siendo inmutable, lo renueva todo.

[28] Porque Dios solamente ama al que mora con la sabiduría.

[29] La cual es más hermosa que el sol, y sobrepuja a todo el orden de las estrellas, y si se compara con la luz, le hace muchas ventajas,

[30] visto que a la luz la alcanza la noche; pero la malicia jamás prevalece contra la sabiduría.

Sabiduría, 7