Eclesiástico
Toda sabiduría viene del Señor Dios, y con él estuvo siempre y existe antes de los siglos.
Hijo, entrando en el servicio de Dios, persevera firme en la justicia y en el temor, y prepara tu alma para la tentación.
Los hijos o discípulos de la sabiduría forman la congregación de los justos; y la estirpe o índole de ellos, no es otra cosa que obediencia y amor.
Hijo, no defraudes al pobre de su limosna; y no vuelvas a otra parte tus ojos por no verlo.
No pongas tu confianza en las riquezas inicuas, y no digas: Tengo lo bastante para vivir; porque de nada te servirá eso al tiempo de la divina venganza y de la oscuridad de la muerte.
No quieras hacerte en vez de amigo, enemigo del prójimo; porque el hombre malvado tendrá por herencia oprobio y la ignomimia, particularmente todo pecador envidioso y de lengua doble o falsa.
No hagas mal, y el mal no caerá sobre ti.
No te pongas a pleitear con un hombre poderoso, no sea que caigas en sus manos.
No seas celoso de tu querida esposa; para que no se valga contra ti de las malas ideas que tú le sugieres.
El juez o rey sabio hará justicia a su pueblo, y será estable el principado del varón sensato.
La sabiduría ensalzará al humilde, y le dará asiento en medio de los magnates.
Si quieres hacer algún bien, mira a quién lo haces; y tendrás mucho mérito en ello.