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Eclesiástico, 4


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[1] Hijo, no defraudes al pobre de su limosna; y no vuelvas a otra parte tus ojos por no verlo.

[2] No desprecies al que padece hambre, ni exasperes al pobre en su necesidad.

[3] No aflijas al corazón del desvalido, ni dilates el socorro al que se halla angustiado.

[4] No deseches el ruego del atribulado ni tuerzas tu rostro al menesteroso.

[5] No apartes desdeñosamente tus ojos del mendigo, irritándolo; ni des ocasión a los que te piden de que maldigan por detrás.

[6] Porque escuchada será de Dios la imprecación del que te maldijere en la amargura de su alma; y lo oirá su creador.

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Ex. 22, 23.

[7] Muéstrate afable a la turba de los pobres, y humilla tu corazón al anciano, y baja tu cabeza delante de los grandes.

[8] Inclina sin desdén tu oído al pobre, y paga tu deuda, y respóndele con benignidad y mansedumbre.

[9] Libra de la mano del soberano al que sufre de injuria y no se te haga esto gravoso.

[10] En juzgar sé misericordioso con los huérfanos, portándote como padre y como esposo de su pobre madre.

[11] Y serás tú como un hijo obediente al altísimo, y este Señor será para contigo más compasivo que una madre.

[12] La sabiduría infunde vida a sus hijos, y acoge a los que buscan y va delante de ellos en el camino de la justicia;

[13] y así quien la ama ama la vida; y los que solícitos la buscaren, gozarán su suavidad.

[14] Los que la poseyeren, heredarán la vida eterna; y donde ella entrare, allí echará Dios su bendición.

[15] Los que la sirven, rinden obsequio al Santo por esencia y Dios ama a los que la aman.

[16] Quien la escucha, juzgará las naciones; y quien tiene fijos en ella los ojos reposará seguro.

[17] Si en ella pone su confianza, la tendrá por herencia, cuya posesión está confirmada en sus hijos.

[18] Porque la sabiduría anda con él, y lo prueba desde el principio , en medio de las tentaciones.

[19] Para probarlo lo conduce entre temores y sustos y no lo pone en prensa con el rigor de su enseñanza, hasta explorar todos sus pensamientos, y fiarse ya del corazón de él.

[20] Entonces lo afirmará en la virtud, le allanará el camino, lo llenará de alegría,

[21] le descubrirá sus arcanos, y lo enriquecerá con un tesoro de ciencia y de conocimiento de la justicia.

[22] Mas si se desviare, lo desamparará, y lo entregará en poder del pecado, su enemigo.

[23] Hijo mío, ten cuenta del tiempo, empléalo bien y huye del mal.

[24] No te avergüences de decir la verdad, cuando se trata de tu alma,

[25] porque hay vergüenzas que conducen al pecado y hay también vergüenza que acarrea la gloria y la gracia de Dios.

[26] No tengas, pues, miramiento a nadie, si ha de ser un daño tuyo; ni mientas a costa de tu alma.

[27] No respetes a tu prójimo cuando cae o peca;

[28] repréndelo, y no reprimas tu palabra o aviso, cuando puede ser saludable; no encubras tu sabiduría en ocasión en que debes ostentarla.

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Por un falso respeto o consideración no dejes de reprender al prójimo.

[29] Porque la lengua es la que hace conocer la sabiduría; y la prudencia, y la discreción y la ciencia se echan de ver en las palabras del hombre sensato; mas su fuerza consiste en las obras buenas.

[30] Por ningún caso contradigas a la palabra de verdad, y avergüénzate de la mentira en que haz caído por tu ignorancia o temeridad.

[31] No tengas vergüenza de confesar tus pecados; mas no te rindas a nadie para pecar.

[32] No quieras resistir en su cara al poderoso; no intentes detener el ímpetu de una riada;

[33] pero por la justicia, pugna hasta el último aliento para bien de tu alma; combate por la justicia hasta la muerte, porque Dios peleará por ti contra tus enemigos, y los arrollará.

[34] No seas precipitado en hablar, y remiso y negligente en tus obras.

[35] No seas en tu casa como un león, aterrando a tus domésticos, y oprimiendo a tus súbditos.

[36] No esté tu mano extendida para recibir y encogida para dar.

Eclesiástico, 4