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Eclesiástico, 1


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[1] Toda sabiduría viene del Señor Dios, y con él estuvo siempre y existe antes de los siglos.

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El libro expone la unión de la sabiduría y el temor de Dios. El nombre de Sabiduría se refiere a las Tres Divinas Personas, y sobre todo a la segunda. También se llama sabiduría a la luz y conocimientos que Dios comunica a los ángeles y a los hombres. Pv. 1, 7-8, 22; Job. 28, 12; Sa. 7, 26.

[2] ¿Quién ha contado las arenas del mar, y las gotas de la lluvia, y los días de los siglos que durará el mundo? ¿La altura del cielo, y la extensión de la tierra, y la profundidad del abismo quién la ha medido?

[3] Pues y la sabiduría de Dios, la cual precede a todas las cosas, ¿quién es el que la ha comprendido?

[4] La sabiduría fue creada o engendrada ante todas las cosas y la luz de la inteligencia existe desde la eternidad.

[5] El Verbo de Dios en las alturas es la fuente de la sabiduría, y sus corrientes los mandamientos eternos.

[6] ¿El origen de la sabiduría a quién ha sido revelado?; ¿y quién conoce sus secretos?

[7] ¿El arte con que obra la sabiduría, a quién ha sido jamás descubierto y manifestado?; ¿y quién pudo entender la multiplicidad de sus designios?

[8] Sólo el Creador, Altísimo, Omnipotente, y Rey grande, y sumamente terrible que está sentado sobre su trono, y es el Señor Dios,

[9] éste es el que le dio el ser en el Espíritu Santo, y la comprendió, y numeró y midió.

[10] Y la derramó sobre todas sus obras y sobre toda carne según su libertad y bondad, y la comunicó a los que le aman.

[11] El temor del Señor es gloria y justo motivo de gloriarse; y es alegría y corona de triunfo.

[12] El temor del Señor recreará el corazón y dará contento, y gozo, y larga vida.

[13] Al que teme al Señor le irá felizmente en sus postrimerías, y será bendito el día de su muerte.

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Esta bendición es la vida eterna.

[14] El amor de Dios es gloriosa sabiduría.

[15] Aquellos a quienes ella se manifiesta, la aman luego que la ven y que reconocen sus grandes obras.

[16] El principio de la sabiduría es el temor del Señor, el cual es creado con los fieles en el seno materno, y acompaña siempre a las santas y escogidas mujeres, y se da a conocer en la conducta de los justos y fieles.

[17] El temor del Señor es la santificación de la ciencia.

[18] La religión guarda y justifica el corazón, ella da gozo y alegría al alma.

[19] Quien teme al Señor será feliz, y bendito será el día de su fallecimiento.

[20] El colmo de la sabiduría consiste en temer a Dios, y sus frutos sacian al hombre.

[21] Llenará toda su casa de bienes, y de sus tesoros todas las recámaras.

[22] Corona de la sabiduría es el temor del Señor, el cual da paz cumplida y frutos de salud.

[23] El conoce la sabiduría, y la calcula; mas lo uno y lo otro son dones de Dios.

[24] La sabiduría reparte la ciencia y la prudente inteligencia, y acrecienta la gloria de aquellos que la poseen.

[25] La raíz de la sabiduría es el temor del Señor, y sus ramos son de larga vida.

[26] En los tesoros de la sabiduría se halla la inteligencia y la ciencia religiosa; mas para los pecadores la sabiduría es abominación.

[27] El temor del Señor destierra el pecado.

[28] Quien no tiene este temor no podrá ser justo; porque su cólera exaltada es su ruina.

[29] Por algún tiempo tendrá que sufrir el que padece tribulaciones; mas después será consolado.

[30] El hombre sensato retendrá en el pecho, hasta cierto tiempo, sus palabras; y los labios de muchos celebrarán su prudencia.

[31] En los tesoros de la sabiduría están las máximas de la buena conducta de vida;

[32] pero el pecador detesta la piedad o servicio de Dios.

[33] Hijo, si deseas la sabiduría guarda los mandamientos y Dios te la concederá.

[34] Pues la sabiduría y la disciplina vienen del temor del Señor, y lo que le agrada

[35] es la fe o confianza en él, y la mansedumbre; al que tiene estas virtudes lo colmará de tesoros.

[36] No seas rebelde al temor del Señor; ni acudas a él con corazón doble.

[37] No seas hipócrita delante de los hombres, ni ocasiones con tus labios tu propia ruina.

[38] Ten cuidado de ellos, a fin de que no caigas, y acarrees sobre ti la infamia,

[39] descubriendo Dios tus secretos, y abatiéndote en medio de la comunidad,

[40] por haberte acercado al Señor con malignidad, estando tu corazón lleno de doblez y engaño.

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Aun durante la vida, castiga Dios a los hipócritas, haciendo públicas sus iniquidades.

Eclesiástico, 1