Eclesiastés
Palabras de Salomón , llamado el Eclesiastés, hijo de David, rey de Jerusalén .
Entonces dije yo en mi corazón: Iré a bañarme en delicias, y a gozar de los bienes presentes. Mas luego eché de ver que también esto es vanidad.
Todas las cosas tienen su tiempo, y todo lo que hay debajo del cielo pasa en el término que se le ha prescrito.
Volví todavía mi atención a otras cosas, y vi los actos de opresión que se cometen debajo del sol y las lágrimas de los inocentes, sin haber nadie que los consuele; y la imposibilidad en que se hallan de resistir a la violencia, estando como están destituidos de todo socorro.
Considera la santidad del lugar en que pones tus pies cuando entras en la Casa de Dios; y acércate con ánimo de obedecerle. Porque mucho mejor es la obediencia de los humildes que los sacrificios de los insensatos y obstinados pecadores; los cuales no saben ellos cuánto mal hacen.
He visto todavía otra miseria en este mundo, y que es harto común entre los mortales;
Más vale la buena reputación que los más preciosos perfumes; y mejor es el día de la muerte del justo que el día del nacimiento .
Resalta en el rostro del hombre su sabiduría, y el Todopoderoso le mudará el semblante.
Todas estas cosas traté en mi corazón, poniendo todo cuidado en averiguarlas. Los justos y los sabios, y las obras de ellos, están en las manos de Dios; y con ello no sabe el hombre si es digno de amor o de odio;
Las moscas muertas en el perfume, donde han caído, echan a perder su fragancia; del mismo modo que una pequeña y momentánea imprudencia es mengua de la sabiduría y de la gloria más brillante.
Echa tu pan sobre las aguas corrientes, que al cabo de mucho tiempo lo hallarás.
Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud antes que con la vejez venga el tiempo de la aflicción y se lleguen aquellos años en que dirás: ¡Oh años displicentes!