Eclesiastés, 3
[1] Todas las cosas tienen su tiempo, y todo lo que hay debajo del cielo pasa en el término que se le ha prescrito. •
[2] Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo que se plantó.
La vida del hombre, la de las plantas y animales tienen su tiempo limitado.
[3] Tiempo de dar muerte y tiempo de dar vida; tiempo de derribar y tiempo de edificar.
[4] Tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de luto y tiempo de gala.
[5] Tiempo de esparcir piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de alejarse de los abrazos. •
[6] Tiempo de ganar tiempo y tiempo de perder; tiempo de conservar y tiempo de arrojar.
[7] Tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar. •
[8] Tiempo de amor y tiempo de odio; tiempo de guerra y tiempo de paz.
[9] Y al cabo, ¿qué fruto saca el hombre de su trabajo? •
[10] He visto la pena que ha dado Dios a los hijos de los hombres para su tormento.
[11] Todas las cosas que hizo Dios son buenas, usadas a su tiempo; y el Señor entregó al mundo a las vanas disputas de los hombres; de suerte que ninguno de ellos puede entender perfectamente las obras que Dios creó desde el principio hasta el fin. •
El hombre las convierte en malas, cuando no hace de ellas el uso apropiado.
[12] Y así que he conocido que lo mejor de todo es estar alegre, y hacer buenas obras mientras vivimos. •
[13] Porque cualquier hombre que come y bebe, gozando del fruto de sus fatigas, de Dios recibe este don. •
[14] He visto que todas las cosas que ha creado Dios, duran perpetuamente; ni podemos añadir ni quitar nada de lo que Dios hizo para ser temido y adorado. •
[15] Lo que fue hecho, eso mismo permanece; lo que ha de ser ya fue, porque Dios renueva lo que pasó. •
[16] He visto debajo del sol, o en este mundo, la impiedad en el lugar del juicio, y la iniquidad en el puesto de la justicia;
[17] y he dicho luego en mi corazón: Dios ha de juzgar algún día al justo y al impío; y entonces será el tiempo de ordenar todas las cosas. •
[18] Dije también en mi corazón acerca de los hijos de los hombres, que Dios los probaba y humillaba su orgullo, con hacer ver que son parecidos a las bestias. •
[19] Porque muere el hombre a semejanza de las bestias, y en tener que morir son ambos de igual condición; pues como el hombre muere, así mueren ellas; todos respiran de la misma manera; y el hombre, después del pecado, no tiene ninguna exención sobre las bestias; todo está sujeto a la vanidad del sepulcro, •
El cuerpo del hombre muere y se deshace como los animales y las plantas. En esta semejanza halla el alma del sabio un poderoso motivo para no fijar su corazón en los bienes terrenos. Gn. 2, 7; Ps. 103, 29-30.
[20] y todo va a parar a un mismo lugar; de la tierra fueron hechas todas estas cosas, y en tierra igualmente o polvo vuelven a parar.
[21] ¿Quién ha visto si el alma de los hijos de Adán sube hacia las alturas, y si el alma de los brutos cae hacia las profundidades? •
[22] Entiendo, pues, que no hay cosa mejor para el hombre que atender con alegría a sus ocupaciones, y que ésta es su suerte mientras vive. Porque ¿quién podrá ponerlo en estado de conocer lo que ha de acontecer después de sus días? •