I Samuel
Hubo un hombre en la ciudad de Ramataimsofim, en las montañas de Efraín, cuyo nombre era Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohú, hijo de Suf, de la tribu de Leví, y domiciliado en la de Efraín.
Saltó de gozo en el Señor, mi corazón, y mi Dios me ha ensalzado; ya puedo responder a boca llena a mis enemigos, pues toda la causa de mi alegría es, ¡oh Señor!,la salud que he recibido de ti.
Entretanto el joven Samuel proseguía sirviendo al Señor bajo la dirección de Helí; y la palabra del Señor o revelación era rara, y por consiguiente, de mucha estima; no era común en aquellos días la profecía.
Sucedió por aquellos días que los filisteos se juntaron para hacer la guerra a los israelitas. Israel se puso también en campaña para combatir a los filisteos, y acampó junto a la piedra llamada después Piedra del Socorro. Los filisteos por su parte avanzaron hasta Afec,
Tomaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la transportaron de la Piedra del Socorro a la ciudad de Azoto.
Estuvo, pues, el arca del Señor en el país de los filisteos por espacio de siete meses.
Vinieron, pues, los de Cariatiarim y transportaron el arca del Señor, y la colocaron en casa de Abinadab que habitaba en Gabaa, consagrando a su hijo Eleazar para que cuidase el arca del Señor.
Mas como Samuel fuese ya viejo, sustituyó a sus hijos por jueces de Israel, a modo de tenientes suyos.
Vivía en esta sazón un hombre de la tribu de Benjamín, llamado Cis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de Jémini, varón fuerte y valeroso.
Entonces sacó Samuel una redomita de óleo o bálsamo, y la derramó sobre la cabeza de Saúl, y lo besó, diciendo: He aquí que el Señor te ha ungido para príncipe sobre su herencia y tú librarás a su pueblo de las manos de sus enemigos que la rodean. Esta señal tendrás de que Dios te ha ungido para príncipe:
Pasado casi un mes, Naas, amonita, se puso en movimiento y comenzó a batir a Jabes de Galaad. Y todos los habitantes de Jabes dijeron a Naas: Haz alianza con nosotros, y seremos siervos o tributarios tuyos.
Entonces dijo Samuel a todo el pueblo de Israel: Ya veis que he condescendido con vosotros en todo lo que me habéis propuesto, y que os he dado un rey;
Era Saúl cuando comenzó a reinar inocente como un niño de un año, y reinó así dos años sobre Israel.
Sucedió un día que Jonatás, hijo de Saúl, dijo al joven escudero: Ven, y lleguemos hasta donde están apostados los filisteos, que es más allá de aquel lugar. Pero no dio parte de esto a su padre.
Después de esto dijo Samuel a Saúl: El Señor me envió a ungirte rey sobre su pueblo de Israel. Escucha, pues, ahora, lo que te manda el Señor.
Entonces dijo el Señor a Samuel: ¿Hasta cuándo has tú de llorar a Saúl, habiéndole yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno o botijo de óleo, y ven; que quiero enviarte a Isaí, natural de Betlehem; porque de entre sus hijos me he provisto de un rey.
Sucedió después de algún tiempo que los filisteos juntando sus escuadrones para pelear, se reunieron en Socó de Judá, y acamparon entre Socó y Azeca, en los confines de Dommin.
Al punto que David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatás se unió estrechamente con el alma de David; y le amó Jonatás como a su propia vida.
Saúl habló a Jonatás su hijo, y a todos sus criados o cortesanos, a fin de que matasen a David. Mas Jonatás, hijo de Saúl, amaba cordialmente a David;
Entretanto huyó David de Nayot, que está cerca de Rámata, y viniendo a verse con Jonatás, prorrumpió en estas palabras: ¿Qué he hecho yo? ¿En qué he pecado, y cuál es mi delito contra tu padre, que anda así buscándome para matarme?
Y se levantó David y se fue; mas Jonatás volvió a la ciudad.
¿Nos faltan acaso dementes, que habéis traído también a éste para que hiciese locuras en mi presencia? ¿Un hombre semejante hallará entrada en mi casa?
Quédate conmigo, no temas, si alguno atentare contra mi vida, atentará también contra la tuya, y estando en mi compañía, salvándome yo, serás tú igualmente salvo.
Y como Saúl volviese de haber perseguido a los filisteos, le avisaron, diciendo: Mira que David está en el desierto de Engaddi.
Habiendo muerto Samuel, se congregó todo Israel a celebrar con lágrimas sus exequias, y lo sepultaron en el sepulcro de su casa en Rámata. David entonces pasó al desierto de Farán.
Y otra vez vinieron los zifeos a Gabaa, y dijeron a Saúl: Mira que David está escondido en el cerro de Haquila, enfrente del desierto.
Mas David dijo en su corazón: Al fin algún día vendré a caer en manos de Saúl. ¿No me vale más huir y ponerme a salvo en tierra de los filisteos, para que Saúl pierda las esperanzas y cese de andarme buscando por todo el país de Israel? Huiré, pues, de sus dominios.
Acaeció aquellos días que los filisteos reunieron fuerzas para prepararse a la guerra contra Israel; y dijo Aquis a David: Ten entendido que saldrás conmigo a campaña, tú y los tuyos.
Entretanto se reunieron en Afec todas las tropas de los filisteos; e Israel por su parte acampó junto a la fuente que había en Jezrael.
David y los suyos llegaron a los tres días a Siceleg, cuando ya los amalecitas habían hecho una incursión por la parte del mediodía hasta Siceleg, tomando esta ciudad, y le habían prendido fuego,
Entretanto se dio la batalla entre los filisteos e israelitas; y volvieron éstos las espaldas a los filisteos, y quedaron muchos de Israel muertos en el monte Gelboé.