I Samuel, 5
[1] Tomaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la transportaron de la Piedra del Socorro a la ciudad de Azoto. •
[2] Llevada que fue allá, la metieron en el templo de Dagón, colocándola junto al ídolo Dagón. •
[3] Mas al otro día, habiéndose levantado muy temprano los azocios, hallaron que Dagón yacía boca abajo en el suelo delante del arca del Señor; y alzaron a Dagón y le repusieron en su lugar. •
[4] Al día siguiente, levantándose también de madrugada, encontraron a Dagón tendido en tierra sobre su pecho delante del arca del Señor; mas la cabeza de Dagón y las dos manos cortadas del tronco estaban sobre el umbral de la puerta; •
[5] de suerte que sólo el tronco de Dagón había quedado allí donde cayó. Por esta razón, aún en el día de hoy, los sacerdotes de Dagón, y todos los que entran en su templo, no ponen el pie sobre el umbral del templo de Dagón en Azoto. •
Con este gesto atestiguaban los mismos filisteos a las generaciones venideras lo sucedido a su dios.
[6] Tras esto, la mano del Señor descargó terriblemente sobre los azocios y los asoló; e hirió a los de Azoto y su comarca en la parte más secreta de las nalgas. Al mismo tiempo las aldeas y campos de aquel país comenzaron a bullir, y apareció una gran multitud de ratones; con lo que toda la ciudad quedó consternada por la gran mortandad que causaban. •
[7] Viendo, pues, la plaga los vecinos de Azoto, dijeron: No quede más entre nosotros el arca del Dios de Israel; porque es muy pesada su mano sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagón. •
[8] Y habiendo enviado a buscar todos los sátrapas o príncipes de los filisteos les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de Israel? A lo que respondieron los geteos: Llévese por los contornos el arca del Dios de Israel. Llevaron, pues, el arca del Dios de Israel de un lugar a otro. •
De pueblo en pueblo, para ver si ella causa los males. Los filisteos aparecen como rivales religiosos, más que como enemigos políticos y militares.
[9] Y conforme la iban así conduciendo de ciudad en ciudad, el Señor descargaba su mano sobre ellas, causando una mortandad grandísima; y hería a los moradores de cada pueblo, desde el menor hasta el mayor, de modo que sus hemorroides hinchadas y caídas se corrompían. Por lo que los geteos discurriendo entre sí, se hicieron unos asientos de pieles. •
[10] Y enviaron el arca de Dios a Accarón. Mas llegada que fue allí, exclamaron los accaronitas, diciendo: Nos han traído el arca del Dios de Israel para que nos mate a nosotros y a nuestro pueblo. •
[11] Por lo cual hicieron que se juntasen todos los sátrapas de los filisteos, los cuales dijeron: Devolved el arca del Dios de Israel, y restitúyase a su lugar; a fin de que no acabe con nosotros y con nuestro pueblo. •
[12] Porque se difundía por todas las ciudades el terror de la muerte; y la mano de Dios descargaba terriblemente sobre ellas; pues aun los que no morían estaban llagados en las partes más secretas de las nalgas; y los alaridos de cada ciudad subían hasta el cielo. •