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Isaías, 63


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[1] ¿Quién es ése que viene de Edom o Idumea, y de Bosra con las vestiduras teñidas de sangre? Ese tan gallardo en su vestir, y en cuyo majestuoso andar se descubre su gran fortaleza? Yo soy, responderá, el que predicó la justicia, y soy el protector que doy la salud a los hombres.

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Impresionante poema que canta el triunfo de Dios sobre el mal. Ap. 19, 13.

[2] Pues, ¿por qué está rojo tu vestido, y está tu ropa como la de aquellos que pisan la vendimia en el lagar?

[3] El lagar lo he pisado yo solo, sin que nadie de entre las gentes haya estado conmigo. Pisé a los enemigos con mi furor, y los golpeé con mi ira, y su sangre salpicó mi vestido, y manché toda mi ropa.

[4] Porque he aquí el día fijado en mi corazón para tomar venganza; ha llegado ya el tiempo de redimir a los míos.

[5] Eché la vista alrededor, y no hubo quien acudiese a mi socorro; anduve buscando y no hallé persona que me ayudase; y sólo me salvó mi brazo; y la indignación que concebí me sostuvo.

[6] Y en mi furor pisoteé a los pueblos y los embriagué de su sangre en mi indignación, y postré por tierra sus fuerzas.

[7] Yo me acordaré de las misericordias del Señor; y al Señor alabaré por todas las cosas que él ha hecho a favor nuestro, y por los beneficios concedidos a la casa de Israel, según su benignidad y su piedad.

[8] Porque él dijo: Al cabo, éste es el pueblo mío; son mis hijos; no me faltarán más a la fidelidad; y con eso se hizo Salvador suyo.

[9] En todas las tribulaciones que les acontecieron, jamás se cansó el Señor de librarlos, antes bien el ángel que está en su presencia los sacaba a salvo; y él mismo a impulso de su amor y su clemencia los redimió, y los sobrellevó, y los ensalzó en todo tiempo.

[10] Mas ellos lo provocaron a ira, y contristaron el espíritu de su Santo; y el Señor se les convirtió en enemigo; y él mismo los derrotó.

[11] Pero luego se acordó de los tiempos antiguos; de Moisés y de su pueblo: ¿Dónde está, dijo, ahora aquel que los sacó del mar Rojo a ellos y a los que eran pastores de su grey? ¿Dónde está aquél que puso en medio de ellos el espíritu de su Santo?

[12] ¿Dónde el que puesto a la derecha de Moisés los sacó de Egipto con su majestuoso brazo; el que delante de ellos dividió las aguas del mar, con lo cual ganó un renombre sempiterno;

[13] el que los guió por medio de los abismos, como se hace un vigoroso caballo por una llanura desierta, sin ningún tropiezo?

[14] Como se lleva a un asno por una ladera al campo, con el mayor sosiego; así los condujo el espíritu del Señor, así, ¡oh Dios!, fuiste tú el conductor de tu pueblo, a fin de ganar un nombre glorioso.

[15] Atiende desde el cielo, ¡oh Señor! y echa una mirada hacia nosotros desde el lugar santo donde moras tú y reside la gloria tuya. ¿Dónde está ahora tu celo y tu fortaleza, la ternura de tus entrañas y la gran misericordia tuya? ¿Por qué no la usas conmigo?

[16] Tú, no obstante, eres nuestro verdadero padre; porque Abrahán no nos conoció, e Israel no supo nada de nosotros. Sí, tú, ¡oh Señor!, eres nuestro Padre, nuestro Redentor, éste es tu nombre desde la eternidad.

[17] ¿Y por qué, Señor, nos dejaste desviar de tu camino?; ¿por qué permitiste que se endureciese nuestro corazón, de modo que perdiésemos tu santo temor? Vuélvete a nosotros por amor de tus siervos, y de las tribus que forman la herencia tuya.

[18] Como si tu pueblo santo nada fuese a tu vista, se han enseñoreado de él nuestros enemigos, han pisoteado tu santuario.

[19] Hemos vuelto a ser como al principio , antes que tú te hubieses posesionado de nosotros, y llevásemos el nombre de pueblo tuyo.

Isaías, 63