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Isaías, 26


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[1] Aquel día será cantado este cántico en tierra de Judá: Sión es nuestra ciudad fuerte, el salvador será para ella muro y antemural.

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Contraste de Jerusalén y la Ciudad del Caos. Is. 24, 10.

[2] Abrid las puertas, y entre la gente justa, que observa la verdad o justicia de mis preceptos.

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Dirá el Señor a sus ángeles.

[3] Ya se ha disipado el antiguo error: Tú, ¡oh Señor!, nos conservarás la paz; la paz o reunión de todos los bienes, ya que en ti tenemos puesta nuestra esperanza.

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El error en que estaban los impíos acerca de los justos. Hablan los santos. Sa. 5, 6.

[4] Vosotros pusisteis para siempre vuestra esperanza en el Señor, en el Señor Dios, que es nuestra fortaleza eterna.

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Hablan los ángeles.

[5] Porque él abatirá a los que se ven sublimados, humillará la ciudad altiva. La humillará hasta el suelo; la humillará hasta reducirla a polvo.

[6] La hollarán los pies, los pies del pobre; la pisarán los mendigos.

[7] La senda del justo es recta, derecha es la vereda por donde el justo camina a la felicidad.

[8] Y andando por la senda de tus juicios o leyes, hemos puesto en ti, ¡oh Señor!, nuestra confianza: Todo el deseo de nuestra alma se cifra en traer a la memoria tu Nombre.

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Hasta aquí son palabras de los ángeles y santos.

[9] Mi alma te deseó en medio de la noche; y mientras haya aliento en mis entrañas, me dirigiré a ti desde que amanezca. Cuando hayas ejecutado tus juicios en la tierra, entonces aprenderán la justicia los moradores del mundo.

[10] Téngase compasión del impío, y no aprenderá jamás la justicia; en la tierra de los santos ha cometido él la maldad, y así no verá la gloria del Señor.

[11] Levanta, ¡oh Señor!, tu mano, y no vean ellos tu gloria; pero al fin la verán los que envidian a tu pueblo, y quedarán confundidos; y serán devorados por el fuego tus enemigos.

[12] A nosotros, Señor, nos darás la paz, porque todas nuestras obras tú nos las hiciste por medio de nosotros.

[13] Oh Señor Dios nuestro, hemos tenido otros amos fuera de ti, que nos han dominado; haz que de ti sólo y de tu nombre nos acordemos.

[14] No vuelvan a vivir los que murieron ya; ni resuciten los gigantes, que por eso tú los castigaste, y los exterminaste, y borraste del todo su memoria.

[15] Propicio fuiste, oh Señor, al pueblo de Israel, fuiste propicio a tu pueblo: ¿Por ventura has sido tú glorificado de él por haber dilatado los confines de su tierra?

[16] En la aflicción, oh Señor, entonces te buscaron; y la tribulación en que gimen, es para ellos una instrucción tuya.

[17] Como la que concibió da gritos acongojada con los dolores del parto que se acerca; tales somos nosotros, Señor, delante de ti.

[18] Concebimos y sufrimos como dolores de parto, y no hemos parido nada; mas no hacemos en esta tierra obras saludables; y por esto no se han extinguido nuestros enemigos, sus antiguos moradores.

[19] Tus muertos, Señor, tendrán nueva vida; resucitarán los muertos míos por la justicia; despertaos y cantad himnos de alabanza vosotros que habitáis en el polvo del sepulcro; porque tu rocío, ¡oh Señor!, es rocío de luz y de vida, y a la tierra de los gigantes, o impíos, tú la arruinarás.

[20] Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra las puertas tras de ti, escóndete por un momento hasta que pase la indignación o castigo de los malos.

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El juicio de Dios ha de continuar y se pide a los justos que busquen entre tanto un refugio.

[21] Porque he aquí que saldrá el Señor de su celestial morada a castigar las maldades que el habitante de la tierra ha cometido contra él; y la tierra pondrá de manifiesto la sangre que ha bebido, y no ocultará más tiempo a los justos, que en ella fueron muertos.

Isaías, 26