Hebreos, 5
[1] Porque todo sumo sacerdote entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de los hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados, •
[2] el cual sepa sobrellevar y condolerse de aquellos que ignoran y yerran, como quien se halla igualmente rodeado de miserias.
[3] Y por esta razón debe ofrecer sacrificio en descuento de los pecados, no menos por los suyos propios que por los del pueblo.
Lv. 4, 3; 16, 6-11.
[4] Ni nadie se apropie esta dignidad, si no es llamado de Dios, como Aarón. •
[5] Así también, Cristo no se arrogó la gloria de hacerse sumo sacerdote, sino que se la dio el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. •
[6] Al modo que también en otro lugar dice: Tú eres sacerdote eternamente, según el orden de Melquisedec. •
Ps. 2, 7; 110 (109), 4.
[7] El cual en los días de su carne mortal, ofreciendo plegarias y súplicas con gran clamor y lágrimas a aquel que podía salvarse de la muerte, fue oído en vista de su reverencia. •
[8] Y cierto que aunque era Hijo de Dios, aprendió como hombre, por las cosas que padeció, a obedecer. •
[9] Y así consumado o sacrificado en la cruz, vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, •
[10] siendo nombrado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. •
[11] Sobre lo cual podríamos deciros muchas y grandes cosas, pero son cosas difíciles de explicar, a causa de vuestra flojedad y poca aplicación para entenderlas. •
[12] El caso es que debiendo ser maestros si atendemos al tiempo que ha pasado ya, de nuevo necesitáis que os enseñen a vosotros cuáles son los primeros rudimentos de la palabra de Dios, o doctrina cristiana, y habéis llegado a tal estado, que no se os puede dar sino leche, mas no alimento sólido.
[13] Pero quien se cría con leche, no es capaz de entender el lenguaje de perfecta y consumada justicia, por ser un niño en la doctrina de Dios. •
[14] Mientras que el manjar sólido es de varones perfectos; de aquellos que con el largo uso tienen ejercitados los sentidos espirituales en discernir el bien y el mal.
El conocimiento más extenso de los grandes misterios de la religión.