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Salmos, 77


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[1] Escucha, pueblo mío, mi ley y ten atentos tus oídos para percibir las palabras de mi boca.

[2] La abriré profiriendo parábolas; diré cosas recónditas desde el principio del mundo,

[3] las cuales las hemos oído y entendido, y nos las contaron ya nuestros padres.

[4] No las ocultaron éstos a sus hijos, ni a su posteridad; publicaron, sí, las glorias del Señor, y los prodigios y maravillas que había hecho.

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El salmista pasa por emociones que van desde el pesar y la nostalgia hasta la exaltación y la alabanza.

[5] El estableció alianza con Jacob y dio la ley a Israel. Todo lo cual mandó a nuestros padres que lo hiciesen conocer a sus hijos,

[6] para que lo sepan las generaciones venideras. Los hijos que nacerán y crecerán, lo contarán a sus hijos.

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Cuando obraste tantas maravillas.

[7] A fin de que pongan en Dios su esperanza, y no se olviden de las obras de Dios y guarden con esmero sus mandamientos;

[8] para que no sean, como sus padres, generación perversa y rebelde, generación que nunca tuvo recto su corazón, ni su espíritu fiel a Dios.

[9] Los hijos de Efraín, diestros en tender y disparar el arco, volvieron las espaldas el día del combate.

[10] Habían faltado al pacto con Dios, y no habían querido seguir su ley.

[11] Se olvidaron de sus beneficios, y de las maravillas que obró a la vista de ellos.

[12] Delante de sus padres hizo portentos en la tierra de Egipto, y en las llanuras de Tanis.

[13] Rompió el mar por medio, y los hizo pasar, y contuvo las olas como en un montón.

[14] Y los fue guiando de día por medio de una nube, y toda la noche con resplandor de fuego.

[15] En el desierto hendió una peña, les dio para beber como un caudaloso río,

[16] pues hizo brotar de una roca caudales de agua, que corrieron a manera de ríos.

[17] Ellos volvieron, sin embargo, a pecar contra él. En aquel árido desierto provocaron la ira al Altísimo;

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Alude a las aguas del mar Rojo y a la gran victoria del Exodo.

[18] pues tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo manjares a medida de su gusto.

[19] Y hablaron mal de Dios, y dijeron: ¿Por ventura podrá Dios preparar una mesa en el desierto?

[20] Porque él dio un golpe en la peña y salieron aguas, y se formaron torrentes caudalosos, ¿podrá acaso dar también y poner una mesa a su pueblo?

[21] Lo oyó el Señor, y se irritó, se encendió el fuego de su cólera contra Jacob , y subió de punto su indignación contra Israel,

[22] porque no creyeron a Dios, ni esperaron de él la salud.

[23] Siendo así que dio orden a las nubes que tenían encima, y abrió las puertas del cielo,

[24] y les llovió el maná para comer, dándoles pan del cielo.

[25] Pan de ángeles comió el hombre. Les envió víveres en abundancia.

[26] Retiró del cielo el viento meridional o solano, y substituyó con su poder el ábrego.

[27] E hizo llover sobre ellos carnes en tanta abundancia como polvo, y aves volátiles como arenas del mar;

[28] aves que cayeron en medio de sus campamentos, alrededor de sus tiendas,

[29] con lo que comieron y quedaron ahítos, y satisfacieron su deseo,

[30] y quedó cumplido su antojo. Aún estaban con el bocado en la boca,

[31] cuando la ira de Dios descargó sobre ellos; y mató a los más robustos del pueblo, acabando con lo más florido de Israel.

[32] A pesar de todo esto pecaron nuevamente, y no dieron crédito a sus milagros.

[33] Y así sus días se desvanecieron como humo, y se acabaron muy presto los años de su vida.

[34] Cuando el Señor hacía en ellos mortandad, entonces recurrían a él, y volvían en sí, y acudían solícitos a buscarle.

[35] Y se acordaban que Dios es su amparo, y que el Dios Altísimo es su redentor.

[36] Pero le amaron de boca, y le mintieron con su lengua;

[37] pues su corazón no fue sincero para con él, ni fueron fieles a su alianza.

[38] El Señor es misericordioso, les perdonaba sus pecados, y no acababa del todo con ellos. Contuvo muchísimas veces su indignación, y no dio lugar a todo su enojo,

[39] haciéndose cargo que son carne, un soplo que sale y no vuelve.

[40] ¡Oh cuántas veces lo irritaron en el desierto! ¡Cuántas lo provocaron a ira en aquel erial!

[41] Y volvían de nuevo a tentar a Dios, y a exasperar al Santo de Israel.

[42] No se acordaron de lo que hizo el día aquel en que los rescató de las manos del tirano,

[43] cuando ostentó sus prodigios en Egipto, y sus portentos en los campos de Tanis;

[44] cuando convirtió en sangre los ríos y demás aguas para que los egipcios no pudieran beber;

[45] envió contra éstos todo género de moscas que los consumiesen, y ranas que los corrompieran;

[46] entregó sus frutos al pulgón, y sus sudores a la langosta;

[47] les destruyó las viñas con granizo, y los árboles con heladas;

[48] y exterminó con la piedra sus ganados, y abrasó con rayos todas sus posesiones;

[49] descargó sobre ellos la cólera de su enojo, la indignación, la ira y la tribulación, que les envió por medio de mensajeros de desgra-cia;

[50] Abrió ancho camino a su ira, no perdonó sus vidas: hasta a sus animales envolvió en la misma mortandad;

[51] hirió de muerte a todos los primogénitos del país de Egipto, las primicias de todos sus trabajos en los pabellones de los descendientes de Cam.

[52] Entonces sacó a los de su pueblo como ovejas, y los guió como una grey por el desierto.

[53] Y los condujo llenos de confianza, quitándoles todo temor; mientras que a sus enemigos los sepultó en el mar.

[54] Y los introdujo después en el monte de su satisfacción, monte que adquirió con el poder de su diestra. Al entrar ellos arrojó de allí las naciones; y les repartió por suerte la tierra, distribuyéndosela con cuerdas de medir.

[55] Y colocó las tribus de Israel en las habitaciones de aquellas gentes.

[56] Mas ellos tentaron de nuevo y exasperaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus mandamientos.

[57] Antes bien le volvieron las espaldas, y se le rebelaron; semejantes a sus padres, falsearon como un arco torcido.

[58] Lo incitaron a ira en sus collados, y con el culto de los ídolos lo provocaron a celos.

[59] Lo oyó Dios, y lo despreció; y redujo a la última humillación a Israel.

[60] Y desechó el Tabernáculo de Silo, aquel su Tabernáculo donde tenía su morada entre los hombres.

[61] Y la fuerza de ellos la entregó a cautiverio; toda su gloria la puso en poder de los enemigos.

[62] Y no haciendo ya caso de un pueblo que era su heredad, le entregó al filo de la espada.

[63] El fuego devoró sus jóvenes; y sus vírgenes no fueron lloradas.

[64] Perecieron a cuchillo sus sacerdotes, y nadie lloraba las viudas de ellos.

[65] Entonces despertó el Señor, a la manera del que ha dormido; como un valiente guerrero animado con el vino.

[66] E hirió el Señor a sus enemigos en las partes posteriores; los cubrió de oprobio sempiterno.

[67] Y desechó el Tabernáculo de José, y no eligió morar ya en la tribu de Efraín.

[68] Sino que eligió la tribu de Judá, el monte Sión, al cual amó.

[69] Aquí, en esta tierra que había asegurado por todos los siglos, edificó su santuario único y fuerte como asta de unicornio.

[70] Y escogió a su siervo David, sacándole de entre los rebaños de ovejas cuando las apacentaba con sus crías,

[71] para que pastorease a los hijos de Jacob , su siervo, a Israel herencia suya;

[72] y los apacentó con la inocencia de su corazón, y los gobernó con la sabiduría o prudencia de sus acciones.

Salmos, 77