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Salmos, 61


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[1] ¿Cómo no estará mi alma sometida a Dios, dependiendo de él mi salvación?

[2] El es mi Dios y mi salvador ; siendo él mi defensa, no seré jamás conmovido.

[3] ¿Hasta cuándo estaréis acometiendo a un hombre todos juntos para acabar con él, y derrocarle como a una pared desnivelada, y como a una tapia ruinosa?

[4] Mas ellos maquinaron despojarme de lo que más aprecio. Corrí como sediento; ellos hablaban bien de mí con la boca, mas en su corazón me maldecían.

[5] Tú, ¡oh alma mía!, mantente sujeta a Dios; pues de él viene mi paciencia.

[6] Porque siendo él, como es, mi Dios y mi salvador , y estando él en mi ayuda, no vacilaré.

[7] En Dios está mi salvación y mi gloria; Dios es el que me socorre; en Dios está la esperanza mía.

[8] Esperad en él vosotros, pueblos todos aquí congregados; derramad vuestros corazones en su acatamiento: Dios es nuestro protector eternamente.

[9] Al contrario, vanos y falaces son los hijos de los hombres; mentirosos son los hijos de los hombres puestos en balanza; todos ellos juntos son más livianos que la misma vanidad.

[10] No queráis confiar en la justicia, ni codiciar robos; aun si las riquezas os vienen en abundancia, no pongáis en ella vuestro corazón.

[11] Una vez habló Dios, y estas dos cosas oí yo: Que el poder está en Dios,

[12] y que tú, Señor, eres misericordioso; porque a cada uno remunerarás conforme a sus obras.

Salmos, 61