Salmos, 140
[1] Señor, a ti he clamado, óyeme benigno; atiende mi voz, cuando hacia ti la dirijo. •
[2] Ascienda mi oración ante tu acatamiento, como el olor del incienso; sea la elevación de mis manos tan grata, como el sacrificio de la tarde. •
[3] Pon, Señor, un guardia en mi boca, y un candado que cierre enteramente mis labios. •
[4] No permitas que se deslice mi corazón a palabras maliciosas, para pretextar excusas en los pecados, como hacen los hombres malvados; en sus delicias no quiero tomar parte. •
[5] El justo me corregirá y reprenderá con caridad y misericordia; pero nunca llegará a ungir con bálsamo mi cabeza el pecador. Porque mis oraciones se dirigirán siempre contra sus antojos. •
[6] Perecerán los caudillos, estrellándose contra las peñas. Oirán cómo han sido eficaces mis palabras. •
[7] Al modo que en el campo se desmenuza el grueso terrón, así fueron esparcidos nuestros huesos; estuvimos a punto de morir. •
[8] Pero, Señor, pues mis ojos están levantados hacia ti, ¡oh Señor!, pues en ti he esperado, no me quites la vida.
[9] Guárdame de los lazos que me han armado, y de las emboscadas de esa malvada gente.
[10] Caerán los pecadores en sus mismas redes, mientras que yo pasaré libre y seguro. •