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Lucas, 8


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[1] Algún tiempo después andaba Jesús por las ciudades y aldeas predicando, y anunciando el reino de Dios, acompañado de los doce,

[2] y de algunas mujeres que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varias enfermedades, de María, por sobrenombre Magdalena, de la cual había echado siete demonios,

[3] y de Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes , y de Susana, y de otras muchas, que le asistían con sus bienes.

[4] En ocasión de un grandísimo concurso de gentes, que de las ciudades acudían presurosas a él, dijo esta parábola:

[5] Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al esparcirla, parte cayó a lo largo del camino, donde fue pisoteada, y la comieron las aves del cielo.

[6] Parte cayó sobre un pedregal, y luego que nació, se secó por falta de humedad.

[7] Parte cayó entre espinas, y creciendo al mismo tiempo las espinas con ella, la sofocaron.

[8] Parte finalmente cayó en buena tierra; y habiendo nacido dio fruto a ciento por uno. Dicho esto exclamó en alta voz: El que tenga oídos para escuchar, atienda bien a lo que digo.

[9] Le preguntaban sus discípulos cuál era el sentido de esta parábola.

[10] A los cuales respondió así: A vosotros se os ha concedido entender el misterio del reino de Dios, mientras a los demás en parábolas, de modo que viendo no echen de ver, y oyendo no entiendan.

[11] Ahora bien, el sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios;

[12] los granos sembrados a lo largo del camino, significan aquellos que la escuchan, sí; pero viene luego el diablo, y se las saca del corazón, para que no crean y se salven;

[13] los sembrados en un pedregal, son aquellos que, oída la palabra, la reciben, sí, con gozo, pero no echa raíces en ellos; y así creen por una temporada, y al tiempo de la tentación vuelven atrás;

[14] la semilla caída entre espinas, son los que la escucharon, pero con los cuidados, y las riquezas y delicias de la vida, al cabo la sofocan, y nunca llega a dar fruto.

[15] En fin, la que cae en buena tierra, denota aquellos que con un corazón bueno y muy sano oyen la palabra de Dios, y la conservan con cuidado, y mediante la paciencia dan fruto sazonado.

[16] Y añadió: Ninguno después de encender una antorcha la tapa con una vasija, ni la mete debajo de la cama; sino que la pone sobre un candelero, para que dé luz a los que entran.

[17] Porque nada hay oculto que no deba ser descubierto; ni escondido, que no haya de ser conocido y publicado.

[18] Por tanto, mirad de qué manera oís mis instrucciones. Pues a quien tiene, se le dará; y al que no tiene, aun aquello mismo que cree tener, se le quitará.

[19] Entretanto vinieron a encontrarle su madre y primos hermanos, y no pudiendo acercarse a él a causa del gentío,

[20] se lo avisaron, diciéndole: Tu madre y tus hermanos están allá fuera que te quieren ver.

[21] Pero él les dio esta respuesta: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la practican.

[22] Un día sucedió que habiéndose embarcado con sus discípulos, les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Partieron, pues;

[23] y mientras ellos iban navegando, se durmió Jesús , al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que llenándose de agua la barca, corrían riesgo.

[24] Con esto llegándose a él le despertaron, diciendo: ¡Maestro, que perecemos! Y puesto él en pie, amenazó al viento y a la tormenta, que cesaron luego, y siguió la calma.

[25] Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Mas ellos llenos de temor se decían con asombro unos a otros: ¿Quién diremos que es éste, que así da órdenes a los vientos y al mar, y le obedecen?

[26] Arribaron, en fin, al país de los gerasenos, que está en la ribera opuesta a la Galilea.

[27] Luego que salió a tierra, le salió al encuentro un hombre, ya de mucho tiempo atrás endemoniado, que ni sufría ropa encima, ni moraba en casa, sino en las cuevas sepulcrales.

[28] Este, pues, así que vio a Jesús , se arrojó a sus pies, y le dijo a grandes gritos: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús , Hijo del Dios altísimo? Te ruego que no me atormentes.

[29] Y es que Jesús mandaba al espíritu inmundo que saliese de aquel hombre; porque hacía mucho tiempo que estaba de él apoderado; y por más que le ataban con cadenas y ponían grillos, rompía las prisiones, y acosado del demonio huía a los desiertos.

[30] Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Legión; porque eran muchos los demonios entrados en él.

[31] Y le suplicaban éstos que no les mandase ir al abismo.

[32] Andaba por allí una gran piara de cerdos paciendo en el monte; con esta ocasión le pedían que les permitiera entrar en ellos. Y se los permitió.

[33] Salieron, pues, del hombre los demonios, y entraron en los cerdos; y de repente toda la piara corrió a arrojarse por un precipicio al lago, y se anegó.

[34] Viendo esto los que los guardaban, echaron a huir, y se fueron a llevar la nueva a la ciudad y por los cortijos;

[35] de donde salieron las gentes a ver lo que había sucedido; y viniendo a Jesús , hallaron al hombre, de quien habían salido los demonios, sentado a sus pies, vestido, y en su sano juicio, y quedaron espantados.

[36] Les contaron asimismo los que habían estado presentes de qué manera había sido librado de la legión de demonios.

[37] Entonces todos los gerasenos a una le suplicaron que se retirase de su país; por hallarse sobrecogidos de gran espanto. Subiendo, pues, Jesús en la barca, se volvió.

[38] Pedíale aquel hombre de quien habían salido los demonios, que le llevase en su compañía. Pero Jesús le despidió diciendo:

[39] Vuélvete a tu casa, y cuenta las maravillas que Dios ha obrado a favor tuyo. Y se fue por toda la ciudad, publicando los grandes beneficios que Jesús le había hecho.

[40] Habiendo regresado Jesús a Galilea, salió el pueblo a recibirle; porque todos estaban esperándole con ansia.

[41] Entonces se le presentó un jefe de la sinagoga llamado Jairo, el cual se postró a sus pies suplicándole que viniese a su casa,

[42] porque tenía una hija única de cerca de doce años de edad que se estaba muriendo. Al ir, pues, allá, y hallándose apretado del tropel de las gentes que le seguían,

[43] sucedió que cierta mujer enferma después de doce años de un flujo de sangre, la cual había gastado en médicos toda su hacienda, sin que ninguno hubiese podido curarla,

[44] se arrimó por detrás, le tocó la orla de su vestido, y al instante mismo paró el flujo de sangre.

[45] Y dijo Jesús : ¿Quién es el que me ha tocado? Excusándose todos, dijo Pedro con sus compañeros: Maestro, un tropel de gentes te comprime, y sofoca, y preguntas: ¿Quién me ha tocado?

[46] Pero Jesús replicó: Alguno me ha tocado; pues yo he sentido salir de mí cierta virtud.

[47] En fin, viéndose la mujer descubierta, se acercó temblando, y echándose a sus pies, declaró en presencia de todo el pueblo la causa de haberlo tocado, y cómo al momento había quedado sana.

[48] Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha curado, vete en paz.

[49] Aún estaba hablando, cuando vino uno a decir al jefe de la sinagoga: Tu hija ha muerto, no tienes que cansar ya al Maestro.

[50] Pero Jesús , así que lo oyó, dijo al padre de la niña: No temas, basta que creas, y ella vivirá.

[51] Llegando a la casa, no permitió entrar consigo a nadie, sino a Pedro, y a Santiago, y a Juan, y al padre y madre de la niña.

[52] Entretanto lloraban todos por la niña, golpeándose el pecho. Mas él dijo: No lloréis, pues la niña no está muerta, sino dormida.

[53] Y se burlaban de él, sabiendo bien que estaba muerta.

[54] Jesús , pues, la cogió de la mano, y dijo en alta voz: Niña, levántate.

[55] Y de repente volvió su alma al cuerpo, y se levantó al instante. Y Jesús mandó que le diesen de comer.

[56] Y quedaron sus padres llenos de asombro, a los cuales mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

Lucas, 8