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Lucas, 5


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[1] Sucedió un día, que hallándose Jesús junto al lago de Genezaret las gentes se agolpaban alrededor de él, ansiosas de oír la palabra de Dios.

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Mar de Galilea. Mt. 4, 18.

[2] En esto vio dos barcas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían bajado y estaban lavando las redes.

[3] Subiendo, pues, en una de ellas, la cual era de Simón, le pidió que la desviase un poco de tierra. Y sentándose dentro, predicaba desde la barca al numeroso concurso.

[4] Acabada la plática, dijo a Simón: Guíad mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

[5] Le replicó Simón: Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos y nada hemos cogido; no obstante, sobre tu palabra echaré la red.

[6] Y habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces , que la red se rompía.

[7] Por lo que hicieron señas a los compañeros de la otra barca, que viniesen y les ayudasen. Vinieron luego, y llenaron tanto de peces las dos barcas, que faltó poco para que se hundiesen.

[8] Lo que viendo Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús , diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.

[9] Y es que el asombro se había apoderado así de él como de todos los demás que con él estaban a vista de la pesca que acababan de hacer.

[10] Lo mismo que sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No tienes que temer, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar.

[11] Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas le siguieron.

[12] Estando en una de aquellas ciudades de Galilea, he aquí un hombre todo cubierto de lepra, el cual así que vio a Jesús , se postró rostro por tierra, y le rogaba diciendo: Señor, si tú quieres, puedes curarme.

[13] Y Jesús , extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero: sé curado. Y de repente desapareció de él la lepra.

[14] Y le mandó que a nadie lo contase. Pero, anda, le dijo, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curación, según lo ordenado por Moisés, a fin de que les sirva de testimonio.

[15] Sin embargo, su fama se extendía cada día más; de manera que los pueblos acudían en tropas a oírle, y a ser curados de sus enfermedades.

[16] Mas no por eso dejaba él de retirarse a la soledad, y de hacer oración.

[17] Estaba Jesús un día sentado enseñando, y estaban asimismo sentados allí varios fariseos y doctores de la ley, que habían venido de todos los lugares de Galilea y de Judea, y de la ciudad de Jerusalén ; y la virtud del Señor se manifestaba en sanar a los enfermos.

[18] Cuando he aquí que llegan unos hombres que traían tendido en una camilla a un paralítico: y hacían diligencias por meterle dentro de la casa en que estaba Jesús , y ponérselo delante.

[19] Y no hallando por dónde introducirle a causa del gentío, subieron sobre el terrado, y abierto el techo le descolgaron con la camilla al medio delante de Jesús .

[20] El cual viendo su fe, dijo: ¡Oh hombre!, tus pecados te son perdonados.

[21] Entonces los escribas y fariseos empezaron a pensar mal, diciendo para consigo: ¿Quién es éste, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios?

[22] Mas Jesús , que conoció sus pensamientos, respondiendo, les dijo: ¿Qué es lo que andáis resolviendo en vuestros corazones?,

[23] ¿qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda?

[24] Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, levántate (dijo al paralítico), yo te lo mando, carga con tu camilla, y vete a tu casa.

[25] Y levantándose al punto a vista de todos, cargó con la camilla en que yacía; y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

[26] Con lo cual todos quedaron pasmados, y glorificaban a Dios. Y penetrados de temor, decían: Hoy sí que hemos visto cosas maravillosas.

[27] Después de esto, saliendo afuera hacia el lago de Genezaret, vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco o mesa de los tributos, y le dijo: Sígueme.

[28] Y Leví abandonándolo todo, se levantó y le siguió.

[29] Le dio Leví después un gran convite en su casa, al cual asistió un grandísimo número de publicanos y de otros que los acompañaban a la mesa.

[30] De lo cual murmuraban los fariseos y los escribas de los judíos, diciendo a los discípulos de Jesús : ¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos, y con gentes de mala vida?

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Bajo la capa de un falso celo por la perfección, se esconde a veces un refinado orgullo que todo lo critica y de todo se escandaliza.

[31] Pero Jesús , tomando la palabra, les dijo: Los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos.

[32] No son los justos, sino los pecadores a los que he venido yo a llamar a penitencia.

[33] Todavía le preguntaron ellos: ¿Y de qué proviene que los discípulos de Juan ayunan a menudo, y oran, como también los de los fariseos, al paso que los tuyos comen y beben?

[34] A lo que les respondió él: ¿Por ventura podréis vosotros recabar de los compañeros del esposo el que ayunen en los días de la boda, mientras está con ellos el esposo?

[35] Pero tiempo vendrá en que les será quitado el esposo, y entonces será cuando ayunarán.

[36] Poníales también esta comparación: Nadie a un vestido viejo le echa un remedio de paño nuevo; porque, fuera de que el retazo nuevo rasga lo viejo, no cae bien el remiendo nuevo en el vestido viejo.

[37] Tampoco echa nadie vino nuevo en cueros viejos; de otra suerte el vino nuevo hará reventar los cueros, y se derramará el vino, y se echarán a perder los cueros;

[38] sino que el vino nuevo se debe echar en cueros nuevos, y así ambas cosas se conservan.

[39] Del mismo modo, ninguno acostumbrado a beber vino añejo quiere inmediatamente del nuevo, porque dice: Mejor es el añejo.

Lucas, 5