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Jeremías, 9


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[1] ¿Quién dará agua a mi cabeza, y hará de mis ojos dos fuentes de lágrimas para llorar día y noche la muerte que se ha dado a tantos moradores de la hija de mi pueblo, o de Jerusalén ?

[2] ¿Quién me dará en la soledad una triste choza de caminantes, para abandonar a los de mi pueblo y apartarme de ellos? Pues todos son adúlteros o apóstatas de Dios, una gavilla de prevaricadores.

[3] Se sirven de su lengua como de un arco, para disparar mentiras, y no verdades; se han hecho poderosos en la tierra con pasar de un crimen a otro crimen; y a mí me han desconocido y despreciado, dice el Señor.

[4] Guárdese cada uno, entre ellos, de su prójimo, y nadie se fíe de sus hermanos; porque todo hermano hará el oficio de traidor, y todo amigo procederá con fraudulencia.

[5] Y cada cual se burlará de su propio hermano; y no hablarán jamás verdad, porque tienen avezada su lengua a la mentira; se afanaron en hacer mal.

[6] Tú, ¡oh Jeremías!, vives rodeado de engañadores; porque aman el dolo, rehúsan conocerme a mí, dice el Señor.

[7] Por tanto, esto dice el Señor de los ejércitos: Sábete que yo los fundiré, y ensayaré al fuego. Porque, ¿qué otra cosa puedo hacer para convertir a los de la hija de mi pueblo?

[8] Su lengua es como una penetrante flecha; hablan siempre para engañar; con los labios anuncian la paz a su amigo, y en secreto le arman asechanzas.

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Ps. 27, 3.

[9] Pues qué, ¿no he de tomarles yo cuentas sobre estas cosas?, dice el Señor. ¿O dejaré de tomar venganza de un pueblo como ése?

[10] La tomará el Señor; y yo me pondré a llorar y a lamentar al ver los montes y gemiré al ver hechas un páramo las amenas campiñas; porque todo ha sido abrasado; de manera que no transita por allí nadie, ni se oye ya la voz de sus dueños; desde las aves del cielo hasta las bestias todo se ha ido de allí, y se ha retirado.

[11] En fin, yo reduciré a Jerusalén , dice el Señor, a un montón de escombros, y a ser guarida de dragones, y a las ciudades de Judá las convertiré en despoblados, sin que en ellas quede un solo morador.

[12] ¿Cuál es el varón sabio que entienda esto, y a quien el Señor comunique de su boca la palabra, a fin de que declare a los otros el porqué ha sido asolada esta tierra, y está seca y quemada como un árido desierto, sin haber persona que transite por ella?

[13] La causa es, dice el Señor, porque abandonaron la ley que yo les había dado, y no han escuchado mi voz, ni la han seguido;

[14] sino que se han dejado llevar de su depravado corazón, y han ido en pos de los ídolos; como lo aprendieron de sus padres.

[15] Por tanto, esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí que yo a este pueblo le daré para comida ajenjos, y para bebida agua de hiel.

[16] Y los desparramaré por entre naciones, que no conocieron ellos ni sus padres, y enviaré tras de ellos la espada, hasta tanto que sean consumidos.

[17] Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Id en busca de plañideras, y llamadlas que vengan luego, y enviad a buscar a las que son más diestras en hacer el duelo, y decidles que se den prisa,

[18] y comiencen luego los lamentos sobre nosotros; derramen lágrimas nuestros ojos, y desháganse en agua nuestros párpados;

[19] porque ya se oye una voz lamentable desde Sión que dice: ¡Oh!, ¡y a qué desolación hemos sido reducidos!, ¡y en qué extrema confusión nos vemos! Abandonamos nuestra tierra nativa, porque nuestras habitaciones han sido arruinadas.

[20] Escuchad, pues, ¡oh mujeres de mi país!, la palabra del Señor, y perciban bien vuestros oídos lo que os anuncian sus labios; y enseñad a vuestras hijas, y cada cual a su vecina endechas y canciones lúgubres.

[21] Pues la muerte ha subido por nuestras ventanas, se ha entrado en nuestras casas, y ha hecho tal estrago, que ya no se verán niños ni jóvenes por las calles y plazas.

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Alude a los caldeos cuando escalaron los muros y saquearon las casas de Jerusalén.

[22] Diles, pues tú, Jeremías: Así habla el Señor: Los cadáveres humanos quedarán tendidos por el suelo, como el estiércol sobre un campo, y como el heno que tira tras de sí el segador, sin que haya quien lo recoja.

[23] Esto dice el Señor: No se gloríe el sabio en su saber; ni se gloríe el valeroso en su valentía, ni el rico se gloríe en sus riquezas;

[24] mas el que quiera gloriarse, gloríese en conocerme y saber que yo soy el Señor, el autor de la misericordia, y del juicio, y de la justicia en la tierra; pues éstas son las cosas que me son gratas, dice el Señor.

[25] He aquí que vienen días, dice el Señor, en que yo pediré cuentas a todos los que están circuncidados, y a los que no lo están;

[26] a Egipto, a Judá, a la Idumea, y a los hijos de Amón, y a los de Moab, y a todos aquellos que llevan cortado el cabello, habitantes del desierto, que si todas las naciones son incircuncisas según la carne, los hijos de Israel son incircuncisos en el corazón.

Jeremías, 9