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Jeremías, 13


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[1] El Señor me habló de esta manera: Ve y cómprate una faja de lino, y cíñete con ella, y no dejes que toque el agua.

[2] Compré, pues, la faja, según la orden del Señor, y me la ceñí al cuerpo por la cintura.

[3] Y me habló de nuevo el Señor, diciendo:

[4] Quítate la faja que compraste y tienes ceñida sobre los lomos, y marcha, y ve al Eufrates, y escóndela allí en el agujero de una peña.

[5] Marché, pues, y la escondí junto al Eufrates, como el Señor me lo había ordenado.

[6] Pasados muchos días, me dijo el Señor: Anda y ve al Eufrates, y toma la faja que yo te mandé que escondieras allí.

[7] Fui, pues, al Eufrates, y abrí el agujero, y saqué la faja del lugar en que la había escondido, y hallé que estaba ya podrida, de suerte que no era útil para uso alguno.

[8] Entonces me habló el Señor, diciendo:

[9] Esto dice el Señor: Así haré yo que se pudra la soberbia de Judá y el gran orgullo de Jerusalén .

[10] Esta pésima gente, que no quiere oír mis palabras, y prosigue con su depravado corazón, y se ha ido en pos de los dioses ajenos para servirlos y adorarlos, vendrá a ser como esa faja, que para nada es buena.

[11] Y eso que al modo que una faja se aprieta a la cintura del hombre, así había yo unido estrechamente conmigo, dice el Señor, a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá, para que fuesen el pueblo mío, y para ser yo allí conocido, y alabado, y glorificado; y ellos, a pesar de eso, no quisieron escucharme.

[12] Por tanto les dirás estas palabras: Esto dice el Señor Dios de Israel: Todas las vasijas serán llenadas de vino. Y ellos te responderán: ¿Acaso no sabemos que en años abundantes se llenan de vino todos los vasos?

[13] Y tú entonces les dirás: Así habla el Señor: Pues mirad, yo llenaré de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra, y a los reyes de la estirpe de David, que están sentados sobre su solio, y a los sacerdotes y profetas, y a todos los moradores de Jerusalén ;

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Is. 19, 14.

[14] y los desparramaré entre las naciones, dice el Señor, separando el hermano de su hermano, y los padres de sus hijos; no perdonaré, ni me aplacaré, ni me moveré a compasión para dejar de destruirlos.

[15] Oíd, pues, y escuchad con atención: No queráis ensoberbeceros confiando en vuestras fuerzas, porque el Señor es quien ha hablado.

[16] Al contrario, dad gloria al Señor Dios vuestro, arrepentíos antes que vengan las tinieblas de la tribulación, y antes que tropiecen vuestros pies en montes cubiertos de espesas nieblas; entonces esperaréis la luz, y la trocará el Señor en sombra de muerte y en oscuridad.

[17] Que si no obedeciereis en esto, llorará mi alma en secreto, al ver vuestra soberbia; llorará amargamente, y mis ojos derramarán arroyos de lágrimas, por haber sido cautivada la grey del Señor.

[18] Di al rey y a la reina: Humillaos, sentaos en el suelo, poneos de luto, porque se os cae ya de la cabeza la corona de vuestra gloria.

[19] Las ciudades del mediodía están cerradas, sin que haya un habitante que las abra; toda la tribu de Judá ha sido conducida fuera de su tierra y ha sido general la trasmigración.

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Al país de Babilonia.

[20] Levantad los ojos y mirad ¡oh vosotros que venís del lado del septentrión! ¿En dónde está, diréis a Jerusalén , aquella grey que se te encomendó, aquel tu esclarecido rebaño?

[21] ¿Qué dirás cuando Dios te llame a tomar cuentas puesto que tú amaestraste contra ti a los enemigos, y los instruiste para tu perdición. ¡Cómo no te han de asaltar dolores, semejantes a los de una mujer que está de parto!

[22] Que si dijeres en tu corazón: ¿Por qué me han acontecido a mí tales cosas? Sábete que por tus grandes vicios han quedado descubiertas tus vergüenzas, y manchadas tus plantas.

[23] Si el negro etíope puede cambiar su piel, o el leopardo sus varias manchas, podréis también vosotros obrar bien, después de avezados al mal.

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Se necesita entonces un milagro de la gracia de Dios.

[24] Y por eso, dice el Señor: Yo los desparramaré, como paja menuda que el viento arrebata al desierto.

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A los de mi pueblo.

[25] Tal es la suerte que te espera, ¡oh Jerusalén !, y la porción o paga que de mí recibirás, dice el Señor, por haberte olvidado de mí, apoyándote en la mentira.

[26] Por lo cual yo mismo manifesté tus deshonestidades delante de tu cara, y se hizo patente tu ignominia,

[27] tus adulterios, y tu furiosa concupiscencia, en fin, la impía fornicación o idolatría tuya. En el campo y sobre las colinas vi yo tus abominaciones. ¡Desdichada Jerusalén ! ¿Y aún no querrás purificarte siguiéndome a mí sin dudar? ¿Hasta cuándo aguardas para hacerlo?

Jeremías, 13