Isaías, 6
[1] El año que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un solio excelso y elevado, y las franjas de sus vestidos llenaban el templo. •
[2] Alrededor del solio estaban los serafines, cada uno de ellos tenía seis alas; con dos cubrían su rostro, y con dos cubrían los pies, y con dos volaban. •
[3] Y con voz esforzada cantaban a coro, diciendo: ¡Santo, Santo, Santo, el Señor Dios de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria! •
La santidad de Dios es uno de los temas centrales de las profecías de Isaías. La triple aclamación es una manera superlativa de indicar que Dios es el absolutamente santo. La gloria de Dios es la irradiación de su santidad sobre el mundo.
[4] Y se estremecieron los dinteles y quicios de las puertas a la voz del que cantaba, y se llenó de humo el templo. •
[5] Y dije: ¡Desgraciado de mí que no he hablado, por ser yo hombre de labios impuros, y habitar en medio de un pueblo cuyos labios están contaminados; y he visto con mis propios ojos al Rey, Señor de los ejércitos! •
Isaías se siente abrumado en su condición de pecador y en contraste con la santidad de Dios. Ex. 33, 20.
[6] Y voló hacía mí uno de los serafines, y en su mano tenía una brasa ardiente, que con las tenazas había tomado de encima del altar. •
[7] Y tocó con ella mi boca, y dijo: He aquí que la brasa ha tocado tus labios, y será quitada tu iniquidad, y tu pecado será expiado. •
[8] Y luego oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré?, y ¿quién irá por nosotros?; y respondí yo: Aquí estoy; envíame a mí. •
[9] Y dijo entonces el Señor: Anda y dirás a ese pueblo: Oiréis y más oiréis, y no querréis entender; y veréis lo que presento a vuestros ojos, y no querréis haceros cargo de ello. •
[10] Embota el corazón de ese pueblo, tapa sus orejas, y véndale los ojos; no sea que quizá con sus ojos vea, y con sus orejas oiga, y comprenda con su mente, y se convierta, y tenga yo que curarle. •
Se dice en la Escritura que Dios ciega y endurece cuando, poniendo delante de algún hombre luz y auxilio para creer y convertirse al Señor, el pecador se obstina en el mal. LIBRO DEL EMMANUEL 7, 1-12, 6
[11] Y dije yo: ¿Hasta cuándo durará, Señor, tu indignación? Y respondió: Hasta que desoladas las ciudades, queden sin habitantes, y las casas sin gente, y la tierra desierta. •
[12] Y el Señor arrojará a los hombres lejos de su país, y se multiplicarán los que quedaron sobre la tierra. •
[13] Y todavía serán éstos diezmados, y se convertirán otra vez al Señor, y denotarán su pasada grandeza como un terebinto, y como una vieja encina que extendía muy lejos sus ramas; y la simiente que de ellos quedará, será una semilla santa. •