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Isaías, 37


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[1] Y cuando lo oyó el rey Ezequías rasgó sus vestidos, se vistió de saco o cilicio, y entró en la casa del Señor;

[2] y envió a Eliacim, mayordomo mayor de su palacio, y a Sobna, doctor de la ley y a los más ancianos de entre los sacerdotes, vestidos de cicilio a encontrar al profeta Isaías, hijo de Amós,

[3] a quien le dijeron: Esto dice Ezequías : Día de tribulación y de castigo, y día de blasfemia es éste, las criaturas están ya a punto de nacer, y falta la fuerza en la madre para parirlas.

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Modo proverbial que denota que si Dios no los auxilia, no podrán defender la ciudad santa.

[4] Interpón, pues, tu oración por las reliquias del pueblo; para ver si el Señor Dios tuyo ha reparado en las palabras de Rabsaces, enviado de su amo el rey asirio a blasfemar el Nombre de Dios vivo, e insultarle con las expresiones que ha oído el Señor tu Dios.

[5] Fueron, pues, los ministros del rey Ezequías a encontrar a Isaías;

[6] el cual les dijo: He aquí la respuesta que habéis de llevar a vuestro amo: El Señor dice: No temas las palabras que has oído, con las cuales han blasfemado de mí los criados del rey de los asirios.

[7] Mira, yo voy a darle un soplo que le perturbe, y recibirá cierta noticia, y se volverá a su tierra, y en su tierra haré que perezca al filo de la espada.

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Como sucedió a los siros en tiempo de Eliseo. 2 Re 7.

[8] En efecto, Rabsaces, habiendo oído que el rey de los asirios se había retirado de Laquís, se marchó luego, y lo halló peleando contra Lobna.

[9] Y Sennaquerib oyó decir de Taraca, rey de Etiopía, que venía a pelear contra él; y así que hubo recibido esta noticia, envió embajadores a Ezequías , diciéndoles:

[10] Esto diréis al presentaros a Ezequías , rey de Judá: No te lisonjee tu Dios, en quien tú tienes puesta la confianza con decirte: No caerá Jerusalén en poder del rey de los asirios.

[11] Bien sabes tú todas las cosas que han hecho los reyes de los asirios a todas las regiones que han destruido. ¿Y tú piensas que podrás librarte de sus manos?

[12] Acaso los dioses de las naciones libraron a los que arruinaron mis padres, a los de Gozam, y de Haram, y de Resef, y a los hijos de Edén que moraban en Talasar?

[13] ¿Dónde está el rey de Emat y el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaím, y de Ana, y de Ava?

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2Rs. 18, 34; 19, 13.

[14] En esto tomó Ezequías la carta de manos de los embajadores, la leyó y subió al templo del Señor, ante cuya presencia la extendió;

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Para hacérsela presente e implorar su socorro.

[15] y le hizo Ezequías al Señor la siguiente oración:

[16] Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu asiento sobre los querubines; sólo tú eres el Dios de todos los reinos del mundo, tú el que hizo el cielo y la tierra.

[17] Señor, inclina tus oídos y escucha, abre, Señor, tus ojos, y mira, y repara todas las palabras dictadas por Sennaquerib para blasfemar al Dios vivo.

[18] Es verdad, Señor, que los reyes de los asirios asolaron aquellas naciones y sus tierras;

[19] y que entregaron a las llamas a los dioses de ellas, porque no eran dioses, sino hechura de mano de hombres, madera y piedra, por eso los hicieron pedazos.

[20] Mas tú ahora, ¡oh Señor Dios nuestro!, sálvanos de las manos de éste y conozcan los reinos todos de la tierra que sólo tú eres el Señor y Dios verdadero.

[21] En esto Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías : El Señor Dios de Israel dice así: En orden a lo que me has pedido que haga respecto de Sennaquerib, rey de los asirios,

[22] este es el fallo que contra él ha pronunciado el Señor: Te ha despreciado el Señor. Te ha despreciado a ti, y te ha insultado, ¡oh virgen, hija de Sión! a espaldas tuyas ¡oh hija de Jerusalén ! ha meneado su cabeza mofándose de ti.

[23] ¿A quién has ultrajado tú, oh príncipe soberbio? ¿De quién has tú blasfemado y contra quién has osado alzar la voz, y dirigido tus altivos ojos? Ha sido contra el Santo de Israel.

[24] Por medio de tus siervos has ultrajado al Señor y has dicho: Yo con todos mis carros de guerra he subido a las alturas de los montes, sobre las cordilleras del Líbano; y cortaré sus más empinados cedros y sus más robustos abetos; y llegaré a su más alta cima, y entraré en el bosque de su famoso Carmelo.

[25] Yo he abierto pozos y bebido sus aguas, y donde he puesto los pies con mi ejército he sacado todas las aguas de sus acequias o canales.

[26] Pero ¿no has oído tú, dice el Señor, que yo hace ya tiempo que dispuse todas esas cosas? Desde los días antiguos, o desde siempre, yo lo resolví, y ahora lo he efectuado: y se ha hecho de tal manera, que han sido destruidos enteramente los peñascos o collados bien defendidos y las ciudades fortificadas.

[27] Los habitantes o defensores de éstas, embargadas sus manos, temblaron y quedaron despavoridos; se secaron como heno de prado y grama de dehesa, y como la hierba de los tejados, que se seca antes de madurar.

[28] Yo tengo bien conocida tu mansión, tus entradas y salidas, y tu locura o insensatez contra mí.

[29] Cuando tú te enfurecías contra mí, subió hasta mis oídos aquella insolencia tuya; por eso te pondré yo un anillo en tus narices, y un freno en tus labios y te haré volver por el mismo camino por donde has venido.

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Expresiones figuradas para denotar que Dios haría de Sennaquerib lo que quisiese.

[30] Pero tú, ¡oh Ezequías !, tendrás por señal esto que ahora oirás: Por este año come lo que de sí espontáneamente dará la tierra, en el segundo, mantente de las frutas; pero al tercero, sembrad y segad, y plantad viñas, y comed sus frutos.

[31] Y lo que se salvare de la casa de Judá, los restos que quedaren echarán profundas raíces y extenderán en alto sus ramas cargadas de frutos.

[32] Porque de Jerusalén es de donde saldrán los residuos de mi pueblo, y del monte Sión los que se salvarán. Esto hará el celo del Señor de los ejércitos.

[33] Por tanto, esto dice el Señor acerca del rey de los asirios: No pondrá él el pie en esta ciudad, ni arrojará acá una saeta, ni la asaltará el soldado cubierto con su escudo, ni levantará trincheras alrededor de ella.

[34] Por el camino que vino, por el mismo se volverá, y no entrará en esta ciudad, dice el Señor.

[35] Y yo protegeré esta ciudad para salvarla, por respeto mío y de David, mi siervo.

[36] En efecto, bajó un ángel del Señor e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres; y al levantarse a la madrugada, he aquí que no vieron sino montones de cadáveres.

[37] Por lo que se fue de allí Sennaquerib, rey de los asirios, y marchó y se volvió a su residencia de Nínive.

[38] Donde aconteció que mientras adoraba en el templo a su dios Nesroc, sus hijos Adramelec y Sarasar le mataron a puñaladas, y huyeron a tierra de Ararat, y le sucedió en el reino su hijo Asar Haddón.

Isaías, 37