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Isaías, 25


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[1] ¡Oh Señor! Tú eres mi Dios, yo te ensalzaré, y bendeciré tu Nombre; porque has ejecutado cosas maravillosas, designios antiguos y fieles o infalibles. Amén.

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Isaías introduce los elegidos y glorificados por Dios, que alaban primero la justicia divina.

[2] Bendito seas, porque has convertido en escombros la ciudad: La ciudad poderosa, el alcázar de hombres extranjeros en un montón de ruinas, para que cese de ser ciudad, y nunca jamás será reedificada.

[3] Por esto te tributará alabanzas el pueblo fuerte, te temerá la nueva Jerusalén , la ciudad de las gentes valerosas.

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Escogido.

[4] Porque tú has sido fortaleza para el menesteroso en su tribulación; su esperanza en la tormenta; su refrigerio en el ardor; pues el ímpetu u orgullo de los poderosos es como un torbellino que hace bambolear una pared.

[5] Tú abatirás la arrogancia de los extranjeros a la manera que abate el sol ardiente en medio de una sequedad; y como ardor de nube abrasadora, harás secar los renuevos de esos prepotentes.

[6] Y el Señor de los ejércitos, a todos los pueblos fieles les dará en este monte de la nueva Sión un convite de manjares mantecosos, un convite de vendimia o vinos exquisitos, de carnes gordas y de mucha sustancia, de vinos puros sin mezcla.

[7] Y en este monte romperá las cadenas que tenían aprisionados a todos los pueblos, y las redes tendidas contra todas las naciones.

[8] Y abismará la muerte para siempre, y el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará de toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque así lo ha pronunciado el Señor.

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La sentencia de muerte quedará cancelada. Gn. 3, 19; Mt. 5, 5; Ap. 7, 17; 21, 4.

[9] Y dirá el pueblo de Dios en aquel día: Verdaderamente que éste es nuestro Dios; en él hemos esperado, y él nos salvará; éste es el Señor nuestro, nos hemos mantenido en la esperanza y ahora nos regocijaremos; y en la salud que viene de él nos holgaremos.

[10] Porque reposará la mano del Señor sobre este monte santo de Sión, y debajo de él será desmenuzado Moab y demás enemigos nuestros, así como la paja que se trilla debajo de un carro falcado.

[11] Y extenderá sus brazos debajo del carro como las extiende un nadador para escapar a nado; pero el Señor abatirá su altivez, rompiéndole los brazos.

[12] Y caerán ¡oh Moab!, los baluartes de tus altos muros, y serán abatidos, y echados a tierra, y reducidos a polvo.

Isaías, 25