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Isaías, 23


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[1] Duro anuncio contra Tiro. Prorrumpid en aullidos naves del mar; porque desolada ha sido la casa, o ciudad, de donde acostumbraban hacerse a la vela. De la tierra de Cetim les ha venido el aviso.

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Tiro, antigua ciudad de Fenicia, emporio del comercio y famosa por sus naves y riquezas, fue sitiada y devastada por Nabucodonosor, como aquí predijo Isaías.

[2] Callad vosotros ¡oh habitantes de la isla!; tú estabas llena de comerciantes de Sidón que pasaban el mar.

[3] La sementera que crece por las aguas redundantes del Nilo, y las cosechas que producía este río eran para ella; y había llegado a ser el emporio de las naciones.

[4] Avergüénzate, ¡oh Sidón!, pues así habla esta ciudad del mar, la señora del mar: Tú que dices: No concebí, ni parí, y no crié mancebos, ni eduqué doncellas hasta la edad florida.

[5] Cuando lleguen a Egipto noticias, se dolerán de lo que oigan sobre Tiro.

[6] Pasad los mares, levantad vuestros gritos, habitantes de la isla.

[7] ¿Por ventura no es esta vuestra ciudad aquella que hace mucho tiempo se gloriaba de su antigüedad? Por tierras extrañas o remotas irán peregrinando sus moradores.

[8] ¿Quién es el que tales cosas decretó contra Tiro, la cual en otro tiempo era la reina del mar, cuyos comerciantes eran príncipes, y sus mercaderes los más ilustres de la tierra?

[9] El Señor de los ejércitos ordenó esto, para hollar la soberbia de todos los jactanciosos, y reducir a la ignominia a todos los ilustres del país.

[10] Atraviesa corriendo tu tierra como un río, ¡oh tú, hija del mar!: Ya no tienes más ceñidor o amparo.

[11] El Señor ha extendido su mano contra el mar, ha conmovido los reinos; él ha dado sus órdenes contra Canaán, para exterminar a sus campeones.

[12] Y ha dicho: No te vanagloriarás ya más, cuando te veas afrentada, ¡oh virgen hija de Sidón!; levántate, navega a Cetim, y allí tampoco tendrás reposo.

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¡Oh ciudad bellísima!

[13] Mirad la tierra de los caldeos, pues no existió jamás un pueblo tal como aquél: Asur lo fundó; con todo ahora fueron llevados cautivos sus campeones, sus casas han sido demolidas, lo convirtieron en un montón de ruinas.

[14] Aullad, ¡oh naves del mar!, porque destruida ha sido vuestra fortaleza.

[15] Y entonces será cuando tú, ¡oh Tiro!, quedarás sepultada en el olvido por espacio de setenta años, que suelen ser los días de un rey; y pasados los setenta, será Tiro como una prostituta que canta para seducir.

[16] Toma la cítara, da la vuelta por la ciudad, ¡oh vil ramera!, ya entregada al olvido canta con envenenada dulzura, repite tu seductora cantinela, a fin de que piensen en ti.

[17] Y después de los setenta años el Señor visitará a Tiro; y la volverá a su tráfico y tendrá comercio como antes con todos los reinos del mundo, en toda la extensión de la tierra.

[18] Al fin Tiro se convertirá, y sus contratos de compra y venta y sus ganancias serán consagradas al Señor; no se almacenarán, ni se reservarán; porque su negocio será para utilidad de aquellos que asisten en la presencia del Señor, a fin de que tengan alimento en abundancia y vestido que mudarse hasta la vejez.

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El profeta se transporta al tiempo de la verdadera felicidad y grandeza de Tiro, cuando consagra sus riquezas al Señor. Is. 45, 14; 60, 4-16.

Isaías, 23