Genesis, 39
[1] José, pues, como queda dicho, fue conducido a Egipto, y le compró Putifar, egipcio, eunuco del faraón y general de sus tropas, de mano de los ismaelitas que le habían llevado. •
[2] Y el Señor le asistió; y era hombre a quien todo cuanto hacía le salía felizmente; y habitaba en la casa de su amo,
[3] el cual conocía muy bien que el Señor estaba con José, y que le favorecía y bendecía en todas sus acciones.
[4] Así José halló gracia en los ojos de su amo, al cual servía con esmero; y puesto por él al frente de todo, gobernaba la casa confiada a su cuidado, y todos los bienes que se le habían entregado.
[5] Y el Señor derramó la bendición sobre la casa del egipcio por amor de José, y multiplicó toda su hacienda tanto en la ciudad como en la campiña;
[6] de suerte que el amo no tenía otro cuidado que el de ponerse a la mesa para comer. A más de esto José era de rostro hermoso, y de gallarda presencia; •
[7] por lo que al cabo de muchos días puso su señora los ojos en él, y le dijo: Duerme conmigo. •
[8] El cual, no queriendo de ninguna manera consentir en tal maldad, le contestó: Tú ves que mi señor, habiéndome confiado todas las cosas, no sabe lo que tiene en su casa,
[9] No hay cosa chica ni grande que no esté a mi disposición, o que no me haya entregado, a excepción de ti que eres su mujer; pues, ¿cómo puedo yo cometer esa maldad y pecar contra mi Dios? •
[10] Todos los días continuaba la mujer molestando del mismo modo al joven, rehusando siempre éste el adulterio. •
[11] Pero aconteció que un día, entrando José en casa, se puso a despachar cierto negocio a solas;
[12] y ella, habiéndole asido de la orla de su capa, le dijo también: Duerme conmigo. Entonces José, dejándole la capa en las manos, huyó y se salió fuera de casa. •
[13] Viéndose la mujer con la capa en las manos, y que había sido despreciada,
[14] llamó a sus domésticos, y les dijo: Ved lo que ha hecho mi marido: nos ha metido en casa este mozo hebreo, para insultarnos; ha entrado donde yo estaba para deshonrarme; mas habiendo yo levantado el grito,
[15] y oído él mismo voces, ha dejado la capa de que yo le así, y escapado fuera.
[16] En prueba, pues, de su fidelidad, cuando el marido volvió a casa, le mostró la capa con que se había quedado, •
[17] y le dijo: Ese siervo hebreo que tú trajiste, entró en donde yo estaba con el fin de forzarme; •
[18] mas como me oyó gritar, soltó la capa que yo tenía asida, y huyó afuera.
[19] El amo, oídas tales cosas, y demasiado crédulo a las palabras de su mujer, se enojó sobremanera, •
[20] y mandó meter a José en la cárcel, en que se guardaban los reos de delitos contra el rey, y allí estaba encerrado. •
[21] Pero el Señor asistió a José, y compadecido de él, le hizo grato a los ojos del alcaide de la cárcel. •
[22] El cual entregó a su cuidado todos los presos que estaban allí encerrados; y no se hacía cosa que no fuese por su orden.
[23] Ni el alcaide tenía cuenta de nada, fiándose de José en todo; porque el Señor le asistía y dirigía todas sus acciones.