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Genesis, 2


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[1] Quedaron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ornato de ellos.

[2] Y completó Dios al séptimo día la obra que había hecho; y en el día séptimo reposó o cesó de todas las obras que había acabado.

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Eus. 20, 11; 31, 17; Dt. 5, 14; Hb. 4, 4.

[3] Y bendijo al día séptimo; y le santificó, por cuanto había Dios cesado en él de todas las obras que creó hasta dejarlas bien acabadas.

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Disponiendo que se dedicase este día al descanso y al culto del Creador, como después lo ordenó a su pueblo por medio de Moisés. Al sábado ha sucedido después el día del Señor o el domingo. Hb. 4, 3.

[4] Tal fue el origen del cielo y de la tierra, cuando fueron creados en aquel día en que el Señor Dios hizo el cielo y la tierra,

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Una primera narración de la creación la presenta como origen del cielo y de la tierra; otra tradición lo hace como ambiente donde es colocado el hombre.

[5] y todas las plantas del campo antes que naciesen en la tierra, y toda la hierba de la tierra antes que de ella brotase; porque el Señor Dios no había aún hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que la cultivase.

[6] Salía de la tierra una fuente que iba regando toda la superficie de la tierra.

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Un vapor según el texto hebreo, que condensado caía en forma de lluvia sobre la tierra.

[7] Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma racional.

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Es decir, creó el alma racional y la unió al cuerpo para darle vida y movimiento. Nuestra alma no es hija de la materia, sino obra del poder creador de Dios. 1Co. 15, 45.

[8] Había plantado el Señor Dios desde el principio un jardín delicioso, en que colocó al hombre que había formado,

[9] y en donde el Señor Dios había hecho nacer de la tierra misma toda suerte de árboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar; y también el árbol de la vida en medio del paraíso, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.

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La Escritura calla la especie del árbol, aunque lo llama del bien y del mal porque le hizo conocer al hombre el bien que había perdido y el mal en que se había precipitado desobedeciendo a Dios.

[10] De este lugar de delicias salía un río para regar el paraíso, río que desde allí se dividía en cuatro brazos.

[11] Uno se llama Fisón, y es el que circula por todo el país de Hevilat, en donde se halla el oro:

[12] Y el oro de aquella tierra es finísimo: allí se encuentra el bedelio, y la piedra cornerina.

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Cerca de la Armenia está la Cólquida, tan celebrada por la calidad y abundancia de su oro. El bedelio es voz poco conocida, y puede significar la perla, o una especie de goma odorífera. Eus. 24, 35.

[13] El nombre del segundo río es Geón: éste es el que rodea toda la tierra de Etiopía.

[14] El tercer río tiene por nombre Tigris: éste va corriendo hacia los asirios. Y el cuarto río es el Eufrates.

[15] Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y le puso en el paraíso de delicias, para que le cultivase y guardase.

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Para que le cultivase. No quiere Dios que el hombre, aunque provisto de todo, pase el tiempo en la ociosidad.

[16] Le dio también este precepto diciendo: Come, si quieres, del fruto de todos los árboles del paraíso;

[17] mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comas: porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás.

[18] Dijo asimismo el Señor Dios: No es bueno que el hombre esté solo: hagámosle ayuda y compañía semejante a él.

[19] Formado, pues, que hubo de la tierra el Señor Dios todos los animales terrestres, y todas las aves del cielo, los trajo a Adán, para que viese cómo los había de llamar: y en efecto todos los nombres puestos por Adán a los animales vivientes, ésos son sus nombres propios.

[20] Llamó, pues, Adán por sus propios nombres a todos los animales, a todas las aves del cielo, y a todas las bestias de la tierra; mas no se hallaba para Adán ayuda o compañero a él semejante.

[21] Por tanto el Señor Dios hizo caer sobre Adán un profundo sueño; y mientras estaba dormido, le quitó una de las costillas, y llenó de carne aquel vacío.

[22] Y de la costilla aquella que había sacado de Adán, formó el Señor Dios una mujer: la cual puso delante de Adán.

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No sacó el Señor a la mujer de la cabeza del hombre ni tampoco de los pies, como para dar a entender que no debe ser la señora ni la esclava del hombre, sino la compañera.

[23] Y dijo o exclamó Adán: Esto es hueso de mis huesos, y carne de mi carne: llamarse ha, pues, hembra, porque del hombre ha sido sacada.

[24] Por cuya causa dejará el hombre a su padre, y a su madre, y estará unido a su mujer: y los dos vendrán a ser una sola carne.

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Una sola carne. Jesucristo se sirvió de estas palabras para probar a los fariseos la indisolubilidad del matrimonio. San Pablo enseña que la unión íntima y estrecha de Adán y Eva, que eran como dos almas en un solo cuerpo, significa la de Cristo y su Iglesia. Mt. 19, 5; Mc. 10, 7; Ef. 5, 31; 1Co. 7, 16.

[25] Y ambos, a saber, Adán y su esposa, estaban desnudos, y no sentían por ello rubor ninguno.

Genesis, 2