Eclesiástico, 42
[1] No divulgues la conversación que has oído, revelando el secreto, y no tendrás de qué avergonzarte; antes bien hallarás gracia delante de todos los hombres. No te avergüences de las cosas siguientes; ni por respeto a nadie, sea el que fuere, cometas pecado. •
[2] No te avergüences de la ley del Altísimo y de su testamento; ni de modo que justifiques en juicio al impío; •
[3] ni de fallar lo justo, cuando tus compañeros tienen algún negocio con caminantes o extraños; ni en la repartición de herencias entre amigos; •
[4] no te avergüences de tener balanza y pesos fieles, ni te mueva hacer mucha o poca ganancia; •
[5] ni de impedir los fraudes o monopolios de los negociantes en vender; ni de contener a los hijos con una justa severidad; ni de azotar al siervo malvado hasta que salte la sangre. •
[6] A la mujer mala es bueno tenerla encerrada. •
[7] Donde hay muchas manos o familia, echa por todo la llave, y todo cuanto entregares cuéntalo y pésalo; y apunta aquello que das y aquello que recibes. •
[8] Tampoco te avergüences de corregir a los insensatos y a los necios, ni de volver por los ancianos, que son condenados por los mozos; y así te mostrarás sabio en todo, y serás bien visto delante de todos los vivientes. •
[9] La hija soltera tiene desvelado a su padre, pues el cuidado que le causa le quita el sueño; temiendo que se le pase la edad de casarse, y así sea odiosa o menos amada cuando en edad adulta tome marido; •
[10] y también por el temor de que mientras es doncella sea manchada su pureza, y se halle estar encinta en la casa paterna, o estando ya casada, peque, o tal vez sea estéril. •
[11] A la hija desenvuelta guárdala con estrecha custodia, no sea que algún día te haga el escarnio de tus enemigos, la fábula de la ciudad y la burla de la plebe; y te cubra de ignominia delante del concurso del pueblo. •
[12] No quieras fijar tus ojos en la hermosura de persona alguna, ni estar de asiento en medio de las mujeres. •
[13] Pues como de las ropas nace la polilla, así de los halagos de la mujer la maldad del hombre. •
[14] Porque menos te dañará la malignidad del hombre, que la mujer dolosamente benéfica, la cual acarrea la confusión e ignominia. •
[15] Ahora traeré yo a la memoria las obras del Señor, y publicaré aquello que he visto. Por la palabra del Señor existen y fueron hechas sus obras. •
[16] Como el sol resplandeciente ilumina todas las cosas, así toda obra del Señor está llena de su magnificencia. •
[17] ¿No es así que ordenó el Señor a los santos que pregonasen todas sus maravillas; las cuales el Señor Todopoderoso ha perpetuado para monumento estable de su gloria? •
[18] El penetra el abismo y los corazones de los hombres, y tiene caladas sus astucias.
[19] Porque el Señor sabe cuanto hay que saber, y distingue las señales de los tiempos. Declara las cosas pasadas y las futuras, y descubre los rastros de las que están escondidas. •
[20] No se le escapa pensamiento alguno, ni se le oculta una sola palabra.
[21] Hermoseó con bellísimo orden las maravillas de su sabiduría. El existe antes de los siglos y por todos los siglos, y nada se le puede añadir, •
[22] ni disminuir, ni nacesita consejo de nadie.
[23] ¡Oh cuán amables son todas sus obras!, y eso que lo que de ellas podemos comprender, viene a ser como una centella.
[24] Todas estas cosas subsisten y duran para siempre; y todas en toda ocasión a él obedecen.
[25] Parecidas son todas, y la una opuesta a la otra, y ninguna hizo imperfecta. •
[26] Aseguró el Señor el bien o las propiedades de cada una de ellas. Pero ¿y la gloria de él quién se saciará de contemplarla? •