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Eclesiástico, 14


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[1] Bienaventurado el hombre que no deslizó en palabra que haya salido de su boca; y no es punzado por el remordimiento del pecado.

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Tg. 3, 2.

[2] Feliz el que no tiene en su ánimo la tristeza que viene de la culpa, y no ha decaído de su esperanza en Dios.

[3] Al hombre codicioso o avaro y agarrado de nada le sirven las riquezas; ¿y qué le aprovecha el oro al hombre mezquino?

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Hasta el verso 19 hay un pequeño tratado sobre la avaricia y la tacañería.

[4] El que amontona, cercenándoselo injustamente a sí mismo, para otros amontona, y un extraño se regalará con sus bienes.

[5] ¿Para quién será bueno el que para sí mismo es mezquino, y no sabe gozar de sus bienes?

[6] Quien es avaro contra sí mismo, es el hombre más ruin del mundo, y ya recibe el pago de su pasión perversa.

[7] Que si algún bien hace, sin pensar ni querer lo hace; y al cabo viene a descubrir su malicia.

[8] Maligno es el ojo del envidioso o avaro; él vuelve su cara al otro lado para no ver al pobre, y desprecia su misma alma.

[9] No se sacia el ojo del avaro con una porción injusta de bienes; no se saciará hasta tanto que haya consumido y secado su vida.

[10] El ojo maligno del avaro está siempre fijo en el mal; no se saciará de pan; se estará, sí, famélico y melancólico en la mesa.

[11] Tú, hijo mío, disfruta aquello que tienes, y haz de ello ofrendas dignas a Dios.

[12] Acuérdate de la muerte, la cual no tarda en llegar, y de la ley que se ha manifestado de ir al sepulcro; porque el morir es una ley de que nadie está exento.

[13] Antes de morir haz bien a tu amigo, y alarga tu mano generoso hacia el pobre según tu posibilidad.

[14] No te prives de las ventajas de un buen día que Dios te concede; y del buen don o bien que te da el Señor no dejes perder ninguna parte.

[15] ¿No ves que has de dejar a otros el fruto de tus sudores y fatigas, y que por suerte se lo repartirán entre sí?

[16] Da a los pobres, y toma para ti lo necesario, y santifica así tu alma.

[17] Practica la justicia antes que mueras; porque en el sepulcro no hay que buscar sustento.

[18] Se pudrirá ha toda la carne como el he-no, y como las hojas que brotan en la verde planta.

[19] Una hojas nacen y otras se caen; así de las generaciones de carne y sangre, una fenece y otra nace.

[20] Toda obra corruptible ha de perecer finalmente, y su artífice tendrá el mismo paradero que ella.

[21] Mas todas las obras escogidas o justas serán aprobadas, y el que las hace, será por ellos glorificado.

[22] Bienaventurado el hombre que es constante en la sabiduría y ejerce la misericordia, y considera en su mente a Dios que ve todas las cosas;

[23] que va estudiando en su corazón los caminos de la sabiduría y entiende sus secretos, yendo en pos de ella como quien sigue su rastro, pisando siempre sus huellas;

[24] que anhelando verla y oírla se pone a mirar por sus ventanas, y está escuchando en su puerta;

[25] y reposa junto a la casa de ella, e hincando en sus paredes una estaca, asienta al lado su pequeño pabellón, dentro del cual tendrán perpetua morada todos los bienes;

[26] bajo la protección de la sabiduría colocará a sus hijos, y morará debajo de sus ramas.

[27] A la sombra de ella estará defendido del calor, y en su gloria reposará tranquilo.

Eclesiástico, 14