Ester, 15
[1] Y le envió a decir Mardoqueo a Ester que se presentase al rey, e intercediese por su pueblo y por su patria: •
[2] Acuérdate, le dijo, del tiempo en que te hallabas en estado humilde, y cómo fuiste criada entre mis brazos; porque Amán, es segundo después del rey, ha hablado contra nosotros para que se nos quite la vida. •
[3] Por tanto invoca tú al Señor, y habla por nosotros al rey, y líbranos de la muerte. •
[4] Al tercer día dejó ester los vestidos que llevaba, y se adornó de todas sus galas, •
[5] y brillando con el esplendor de los aderezos de reina, después de haber invocado a Dios, que es la guía y el salvador de todos, tomó consigo dos de sus camaristas, •
[6] sobre una de las cuales se iba apoyando, como que no podía por la suma delicadeza y debilidad sostener su cuerpo. •
[7] La otra camarista iba detrás de su señora, llevándole la falda que arrastraba por el suelo.
[8] Entretanto, ella con el color de la rosa de su semblante, y con la gracia y brillo de sus ojos, encubría la tristeza de su corazón comprimido de un excesivo temor.
[9] Pasadas, pues, de una en una todas las puertas, llegó a ponerse enfrente del rey, que estaba sentado en su real solio, vestido con el regio manto, resplandeciendo con el oro y pedrería; su aspecto causaba terror.
[10] Y habiendo él alzado la vista, y manifestando en sus ojos encendidos el furor de su pecho, la reina se desmayó, y demudando el color en palidez, reclinó su vacilante cabeza sobre la camarista. •
[11] Entonces Dios trocó el corazón del rey, inclinándole a la dulzura; y apresurado y temeroso salió del trono, y cogiendo a Ester entre sus brazos hasta que volvió en sí, la acariciaba con estas palabras: •
[12] ¿Qué tienes Ester? Yo soy tu hermano, no temas. •
[13] No morirás, porque esta ley no fue puesta para ti, sino para todos los demás. •
[14] Arrímate, pues, y toca el cetro. •
[15] Como ella no hablase, tomó él el cetro de oro, y lo puso sobre el cuello de Ester, y la besó, diciendo: ¿Por qué no me hablas? •
[16] La cual respondió: Te he visto, Señor, como a un ángel de Dios, y con el temor de tu majestad se ha conturbado mi corazón. •
[17] Porque tú, oh Señor, eres en extremo admirable, y está tu rostro lleno de gracias.
[18] Diciendo esto, se desmayó de nuevo, y quedó casi sin sentido. •
[19] Con lo que el rey se acongojaba, y todos sus ministros consolaban a Ester.