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Deuteronomio, 30


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[1] Según esto, cuando se cumpliere lo que te anuncio acerca de la bendición o maldición, que acabo de proponer ante tus ojos; y movido a penitencia tu corazón en medio de todas las naciones, entre las cuales te habrá esparcido el Señor tu Dios,

[2] te volvieres a él, con tus hijos, y obedecieres a sus mandamientos, de todo tu corazón y con toda tu alma, como te lo prescribo en este día,

[3] el Señor Dios tuyo te hará volver de tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti, y otra vez te congregará, sacándote de todos los pueblos por donde antes te desparramó.

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Los judíos, fundados en esta profecía, esperan un Mesías, que los ponga en posesión de Canaán. Se indica una segunda libertad de los hijos de Israel; pero será la que el Señor tiene preparada para el fin de los siglos.

[4] Aunque hayas sido dispersado hasta las extremidades del mundo, de allí te sacará el Señor Dios tuyo,

[5] y te tomará, e introducirá en la tierra que poseyeron tus padres, y tú la volverás a ocupar, y bendiciéndote, te multiplicará mucho más que a tus padres.

[6] Entonces el Señor Dios tuyo circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor Dios tuyo de todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que así consigas la vida.

[7] Y todas estas maldiciones las convertirá contra tus enemigos y contra los que te aborrecen y persiguen.

[8] Tú te convertirás y escucharás la voz del Señor Dios tuyo, y cumplirás todos los mandamientos que hoy te prescribo yo.

[9] Y el Señor Dios tuyo manifestará su bendición en todas las obras de tus manos, en los hijos que saldrán de tu seno y en la cría de tus ganados, en la fecundidad de tu tierra y en la abundancia de todas las cosas. Porque volverá el Señor a complacerse en colmarte de bienes, como se complació en orden a tus padres;

[10] con tal que oigas la voz de tu Señor Dios, y guardes sus preceptos y ceremonias prescritas en esta ley; y te conviertas al Señor Dios tuyo de todo tu corazón y con toda tu alma.

[11] Este mandamiento que yo te prescribo hoy no está sobre ti, ni puesto lejos de ti,

[12] ni situado en el cielo, de suerte que puedas decir: ¿Quién de nosotros podrá subir al cielo para que nos traiga ese mandamiento y le oigamos y pongamos por obra?

[13] Ni está situado a la otra parte del mar, para que te excuses y digas: ¿Quién de nosotros podrá atravesar los mares, y traérnosle de allá para que podamos oír y hacer lo que se nos manda?

[14] Sino que el dicho mandamiento está muy cerca de ti: en tu boca está y en tu corazón, y en tu mano para que lo cumplas.

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Pablo explica que los mandamientos de Dios son fáciles de entender y guardar con el socorro de la gracia. Rm. 10, 6-8.

[15] Considera que hoy he puesto a tu vista la vida y el bien de una parte, y de otra la muerte y el mal.

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Por el libre albedrío, el hombre elige el camino de la vida o de la muerte.

[16] Con el fin de que ames al Señor tu Dios, y sigas sus caminos, y guardes sus mandamientos, y ceremonias y ordenanzas, para que vivas y el Señor te multiplique y bendiga en la tierra, en cuya posesión entrarás.

[17] Mas si tu corazón se apartare del Señor, y no quisieres obedecer y seducido del error adorares dioses ajenos, y les sirvieres,

[18] desde hoy te profetizo que vas a perecer, y que morarás poco tiempo en la tierra en cuya posesión, pasado el Jordán, entrarás.

[19] Yo invoco hoy por testigos al cielo y a la tierra, de que te he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge desde ahora la vida, para que vivas tú, y tu posteridad,

[20] y ames al Señor Dios tuyo, y obedezcas a su voz y te unas íntimamente a él (siendo él mismo, como es, vida tuya, y el que ha de darte larga vida), a fin de que habites en la tierra que juró el Señor a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob , que les había de dar.

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Esta unión con Dios nos hace felices en este mundo. Todo cuanto nos manda o prohíbe Dios es para nuestra felicidad. El lenguaje del Deuteronomio, más que un discurso filosófico sobre el bien y el mal, es una continua exhortación a mantenerse fieles a la alianza con Dios.

Deuteronomio, 30