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Hechos, 4


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[1] Mientras ellos estaban hablando al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes con el magistrado o comandante del templo y los saduceos,

[2] no pudiendo sufrir que enseñasen al pueblo, y predicasen en la persona de Jesús la resurrección de los muertos.

[3] Y habiéndose apoderado de ellos, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente: porque ya era tarde.

[4] Entretanto muchos de los que habían oído la predicación de Pedro, creyeron; cuyo número llegó a cinco mil hombres.

[5] Al día siguiente se congregaron en Jerusalén los jefes o magistrados, y los ancianos, y los escribas,

[6] con el pontífice Anás y Caifás, y Juan, y Alejandro, y todos los que eran del linaje sacerdotal;

[7] y haciendo comparecer en medio a los apóstoles, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en nombre de quién habéis hecho esa acción?

[8] Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros ancianos de Israel, escuchad:

[9] Ya que en este día se nos pide razón del bien que hemos hecho a un hombre tullido, y que se quiere saber por virtud de quién ha sido curado,

[10] declaramos a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que la curación se ha hecho en nombre de nuestro Señor Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios ha resucitado. En virtud de tal nombre se presenta sano ese hombre a vuestros ojos.

[11] Este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, la cual ha venido a ser la principal piedra del ángulo.

[12] Fuera de él no hay que buscar la salvación en ningún otro. Pues no se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos.

[13] Viendo ellos la firmeza de Pedro y de Juan, constándoles por otra parte que eran hombres sin letras y del vulgo, estaban llenos de admiración, conociendo que eran de los que habían sido discípulos de Jesús .

[14] Por otra parte, al ver al hombre que había sido curado estar con ellos en pie, nada podían replicar en contrario.

[15] Les mandaron, pues, salir fuera de la junta, y comenzaron a deliberar entre sí,

[16] diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? El milagro hecho por ellos es notorio a todos los habitantes de Jerusalén ; es tan evidente, que no podemos negarlo.

[17] Pero a fin de que no se divulgue más en el pueblo, ordenémosles que de aquí en adelante no tomen en boca este Nombre, ni hablen de él a persona viviente.

[18] Por tanto llamándolos, les dijeron que por ningún caso hablasen ni enseñasen en el Nombre de Jesús .

[19] Mas Pedro y Juan respondieron a esto, diciéndoles: Juzgad vosotros si en la presencia de Dios es justo el obedeceros a vosotros antes que a Dios;

[20] porque nosotros no podemos menos de hablar lo que hemos visto y oído.

[21] Pero ellos con todo amenazándolos los despacharon, no hallando arbitrio para castigarlos, por temor del pueblo, porque todos celebraban este glorioso hecho;

[22] pues el hombre en quien se había obrado esta cura milagrosa, pasaba de cuarenta años.

[23] Puestos ya en libertad, volvieron a los suyos; y les contaron cuantas cosas les habían dicho los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos.

[24] Ellos al oírlo, levantaron todos unánimes la voz a Dios, y dijeron: ¡Señor!, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto en ellos se contiene;

[25] el que, hablando el Espíritu Santo por boca de David nuestro padre y siervo tuyo, dijiste: ¿Por qué se han alborotado las naciones, y los pueblos han forjado empresas vanas?

[26] Se armaron los reyes de la tierra, y los príncipes se coligaron contra el Señor y contra su Cristo .

[27] Porque verdaderamente se juntaron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús , a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilatos, con los gentiles y las tribus de Israel,

[28] para ejecutar lo que tu poder y providencia determinaron que se hiciese.

[29] Ahora, pues, Señor, mira sus vanas amenazas, y da a tus siervos el predicar con toda confianza tu palabra,

[30] extendiendo tu poderosa mano para hacer curaciones, prodigios y portentos en el Nombre de Jesús tu santo Hijo.

[31] Acabada esta oración, tembló el lugar en que estaban congregados; y todos se sintieron llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con firmeza la palabra de Dios.

[32] Toda la multitud de los fieles tenía un mismo corazón y una misma alma; ni había entre ellos quien considerase como suyo lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

[33] Los apóstoles con gran valor daban testimonio de la resurrección de Jesucristo Señor nuestro; y en todos los fieles resplandecía la gracia con abundancia.

[34] Así es que no había entre ellos persona necesitada; pues todos los que tenían posesiones o casas, vendiéndolas, traían el precio de ellas,

[35] y lo ponían a los pies de los apóstoles; el cual después se distribuía según la necesidad de cada uno.

[36] De esta manera José, a quien los apóstoles pusieron el sobrenombre de Bernabé, (esto es, Hijo de consolación o Consolador) que era levita y natural de la isla de Chipre,

[37] vendió una heredad que tenía, y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

Hechos, 4