II Corintios
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo su hermano, o coadjutor, a la Iglesia de Dios, establecida en Corinto, y a todos los santos o fieles, existentes en toda la Acaya.
Por lo mismo he resuelto para conmigo no ir nuevamente a veros para no causaros tristeza.
¿Empezamos ya otra vez a alabarnos a nosotros mismos?, o ¿necesitamos cartas de recomendación para vosotros, o que vosotros nos las deis para otros?
Por lo cual teniendo nosotros este ministerio de predicar la nueva ley, en virtud de la misericordia que hemos alcanzado de Dios, no decaemos de ánimo;
Sabemos también, que si esta casa terrestre o el cuerpo corruptible en que habitamos viene a destruirse, nos dará Dios en el cielo otra casa, una casa no hecha de mano de hombre, y que durará eternamente.
Y así nosotros como cooperadores del Señor, os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
Teniendo, pues, carísimos hermanos míos, tales promesas, purifiquémonos de cuanto mancha la carne y el espíritu, perfeccionando nuestra santificación con el temor de Dios.
Ahora os hago saber, hermanos míos, la gracia que Dios ha hecho a los fieles de las iglesias de Macedonia.
Porque en orden a la asistencia o socorro que se dispone a favor de los santos de Jerusalén , para mí es por demás el escribiros.
Mas yo, Pablo, aquel mismo Pablo que, como dicen mis enemigos, parezco tan pequeño o humilde estando entre vosotros, pero que ausente soy para con vosotros osado, o imperioso, os suplico encarecidamente por la mansedumbre y modestia de Cristo ,
¡Oh, si soportaseis por un poco mi indiscreción! Mas, sí, soportadme, y sufridme,
Si es necesario gloriarse (aunque nada se gana en hacerlo) yo haré mención de las visiones y revelaciones del Señor.
Mirad que por tercera vez voy a visitaros; por el dicho de dos o tres testigos, como dice la ley, se decidirá todo.