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I Reyes, 19


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[1] Contó Acab a Jezabel cuanto había hecho Elías, y cómo había pasado a cuchillo todos los profetas de Baal, sin dejar uno.

[2] Y envió Jezabel a decir a Elías: Trátenme los dioses con todo su rigor, si mañana a estas horas no te hiciere pagar con tu vida la que quitaste a cada uno de aquellos profetas.

[3] Oído esto, se atemorizó Elías, y se fue huyendo por donde le llevaba su imaginación. Al llegar a Bersabee de Judá, dejó allí su criado.

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Dios lo deja a sus propias fuerzas.

[4] Y prosiguió su camino una jornada por el desierto; y habiendo llegado allá y sentándose debajo de un enebro pidió para su alma la separación del cuerpo, diciendo: Bástame ya, Señor, de vivir; llévate mi alma; pues no soy yo de mejor condición que mis padres.

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Eus. 30, 17.

[5] Y tendiéndose en el suelo, se quedó dormido a la sombra del enebro, cuando he aquí que el ángel del Señor le tocó y dijo: Levántate, y come.

[6] Miró atrás, y vio a su cabecera un pan cocido al rescoldo y un vaso de agua; comió, pues, y bebió, y se volvió a dormir.

[7] Mas el ángel del Señor volvió segunda vez a tocarle, y le dijo: Levántate, y come; porque te queda por andar un largo camino.

[8] Levantándose Elías, comió y bebió: y confortado con aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar a Horeb, monte de Dios.

[9] Llegado allá hizo asiento en una cueva, y dirigiéndole el Señor la palabra, le dijo: ¿Qué haces ahí, Elías?

[10] A lo que respondió él: Me abraso de celo por ti, ¡oh Señor Dios de los ejércitos!, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, han destruido tus altares, han pasado a cuchillo tus profetas; he quedado yo solo, y me buscan para quitarme la vida.

[11] Le dijo el Señor: Sal fuera, y ponte sobre el monte en presencia del Señor, y he aquí que pasará el Señor, y delante de él correrá un viento fuerte e impetuoso, capaz de trastornar los montes y quebrantar las peñas; no está el Señor en el viento. Después del viento vendrá un temblor de tierra; tampoco está el Señor en el terremoto.

[12] Tras el terremoto un fuego; no está el Señor en el fuego. Y tras el fuego el soplo de un aura apacible y suave.

[13] Habiendo oído esto Elías, cubrió su rostro con el manto, y saliendo fuera, se paró a la puerta de la cueva, y de repente oye una voz que le dice: ¿Qué haces aquí, Elías?

[14] Abrasarme de celo, respondió él, por el Señor Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y pasado a cuchillo a tus profetas; he quedado solamente yo, y me buscan para quitarme la vida.

[15] Le dijo el Señor: Anda, y vuélvete por el mismo camino del desierto hacia Damasco; llegado allá, ungirás a Hazael por rey de Siria;

[16] y a Jehú, hijo de Namsi, lo ungirás rey de Israel; y ungirás también a Eliseo, hijo de Safat, natural de Abelmeula, por profeta sucesor tuyo.

[17] Y sucederá que el que escapare de la espada de Hazael, será muerto por Jehú; y el que se librare de la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo.

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Armado de celo contra mis enemigos.

[18] Mas yo me reservaré en Israel siete mil varones que nunca doblaron su rodilla ante Baal, ninguno de los cuales ha besado su propia mano, y extendídola después en señal de adorarle.

[19] Partido que hubo de allí Elías, halló a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas de bueyes, y él era uno de los que araban con una de las doce yuntas; y Elías, así que llegó a él, le echó su manto encima.

[20] Eliseo dejando al instante los bueyes fue corriendo en pos de Elías, a quien dijo: Permíteme que vaya a dar el ósculo de despedida a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Le respondió: Anda, y vuelve, que lo que a mí me tocaba hacer contigo yo ya lo he hecho.

[21] Apenas se hubo separado de él, y despedido de sus padres, tomó el par de bueyes, y los degolló, y con la madera del arado coció sus carnes, y se las dio a la gente para que comiese; después de lo cual se puso en camino, y fue siguiendo a Elías, y le servía.

I Reyes, 19