Romanos, 2
[1] Por donde tú eres inexcusable, ¡oh hombre, quienquiera que seas!, que te metes a condenar a los demás. Pues en lo que condenas a otro te condenas a ti mismo, haciendo como haces tú, ¡oh judío!, aquellas mismas cosas que condenas. •
[2] Sabemos que Dios condena, según su verdad, a los que cometen tales acciones.
[3] Tú, pues, ¡oh hombre!, que condenas a los que tales cosas hacen, y no obstante las haces, ¿piensas acaso que podrás huir del juicio de Dios?
[4] ¿O desprecias tal vez las riquezas de su bondad, y de su paciencia, y largo sufrimiento? ¿No reparas que la bondad de Dios te está llamando a la penitencia? •
[5] Tú, al contrario, con tu dureza y corazón impenitente vas atesorándote ira y más ira para el día de la venganza y de la manifestación del justo juicio de Dios, •
[6] el cual ha de pagar a cada uno según sus obras, •
[7] dando la vida eterna a los que, por medio de la perseverancia en las buenas obras, aspiran a la gloria, al honor y a la inmortalidad,
[8] y derramando su cólera y su indignación sobre los espíritus porfiados, que no se rinden a la verdad, sino que abrazan la injusticia.
[9] Así que tribulación y angustias aguardan sin remedio al alma de todo hombre que obra mal, del judío primero, y después del griego;
[10] mas la gloria, el honor y la paz serán la porción hereditaria de todo aquel que obra bien, del judío primero, y después del griego; •
[11] porque para con Dios no hay preferencia de personas. •
[12] Y así todos los que pecaron sin tener ley escrita, perecerán sin ser juzgados por ella; mas todos los que pecaron teniéndola, por ella serán juzgados. •
[13] Que no son justos delante de Dios los que oyen la ley; sino los que la cumplen, ésos son los que serán justificados. •
[14] En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley escrita, hacen por razón natural lo que manda la ley, estos tales no teniendo ley, son para sí mismos ley viva; •
Muchos gentiles, aunque no tenían la ley escrita, ayudados de la luz de la gracia adoraban al verdadero Dios.
[15] y ellos hacen ver que lo que la ley ordena está escrito en sus corazones, como se lo atestigua su propia conciencia, y las diferentes reflexiones que allá en su interior ya los acusan, ya los defienden, •
[16] como se verá en aquel día, en que Dios juzgará los secretos de los hombres, por medio de Jesucristo, según la doctrina de la buena nueva que predico. •
[17] Mas tú que te precias del renombre de judío, y tienes puesta tu confianza en la ley, y te glorías de adorar a Dios, •
[18] y conoces su voluntad y, amaestrado por la ley, disciernes lo que es mejor,
[19] tú te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están a oscuras,
[20] preceptor de gente ruda, maestro de niños, o recién convertidos, como quien tiene en la ley de Moisés la pauta de la ciencia y de la verdad;
[21] y no obstante, tú que instruyes al otro, no te instruyes a ti mismo; tú que predicas que no es lícito hurtar, hurtas; •
[22] tú que dices que no se ha de cometer adulterio, lo cometes; tú que abominas los ídolos, eres sacrílego adorador suyo; •
[23] tú, en fin, que te glorías en la ley, con la violación de la misma ley deshonras a Dios.
[24] (Vosotros los judíos sois la causa, como dice la Escritura, de que sea blasfemado el nombre de Dios entre los gentiles). •
[25] Por lo demás, la circuncisión sirve si observas la ley; pero si eres prevaricador de la ley, por más que estés circuncidado, vienes a ser delante de Dios como un hombre incircunciso. •
[26] Al contrario, si un incircunciso guarda los preceptos de la ley, por ventura, sin estar circuncidado, ¿no será considerado circunciso? •
[27] Y el que por naturaleza es incircunciso o gentil, y guarda exactamente la ley, ¿no te condenará a ti, que teniendo la letra de la ley y la circuncisión, eres prevaricador de la ley? •
[28] Porque no está en lo exterior ser judío, ni es la verdadera circuncisión la que se hace en la carne; •
[29] sino que el verdadero judío es aquel que lo es en su interior, así como la verdadera circuncisión es la del corazón que se hace según el espíritu, y no según la letra de la ley; y este verdadero judío recibe su alabanza, no de los hombres, sino de Dios.