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Malaquías, 3


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[1] He aquí que yo envío mi ángel, el cual preparará el camino delante de mí. Y luego vendrá a su templo el Dominador a quien buscáis vosotros, y el ángel del Testamento de vosotros tan deseado. Vedle ahí que viene, dice el Señor de los ejércitos.

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Mt. 11, 10; Mc. 1, 2; Lc. 1, 17; 7, 27.

[2] ¿Y quién podrá pensar en lo que sucederá el día de su venida? ¿Y quién podrá pararse a mirarle? Porque él será como un fuego que derrite, y como la hierba jabonera de los bataneros.

[3] Y se sentará ha como para derretir y limpiar la plata; y de este modo purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como al oro y la plata, y así ellos ofrecerán al Señor con justicia o santidad los sacrificios.

[4] Y entonces será grato al Señor el sacrificio de Judá y de Jerusalén , como en los siglos primeros y tiempos antiguos.

[5] Y me acercaré a vosotros para juzgaros, y yo seré pronto testigo contra los hechiceros, y adúlteros, y perjuros, y contra los que defraudan al jornalero su salario, y oprimen las viudas y pupilos, y los extranjeros, sin temor alguno de mí, dice el Señor de los ejércitos.

[6] Porque yo soy el Señor, y soy inmutable; y por eso vosotros, ¡oh hijos de Jacob !, no habéis sido consumidos.

[7] Aunque desde los tiempos de vuestros padres os apartasteis de mis leyes, y no las observasteis. Volveos ya a mí, y yo me volveré a vosotros, dice el Señor de los ejércitos. Pero vosotros decís: ¿Qué es lo que haremos para convertirnos a ti?

[8] ¿Debe un hombre ultrajar a su Dios? Mas vosotros me habéis ultrajado. Y decís: ¿Cómo te hemos ultrajado? En lo tocante a los diezmos y primicias.

[9] Y por eso tenéis la maldición de la carestía; y vosotros, la nación toda, me ultrajáis.

[10] Traed todo el diezmo al granero, para que tengan que comer los de mi casa o templo; y después de esto veréis, dice el Señor, si yo no os abriré las cataratas del cielo, y si no derramaré sobre vosotros bendiciones con abundancia.

[11] Por vosotros ahuyentaré el gusano roedor, y no consumirá los frutos de vuestra tierra, ni habrá en las campiñas viña que sea estéril, dice el Señor de los ejércitos.

[12] Y todas las naciones os llamarán bienaventurados, pues será el vuestro un país envidiable, dice el Señor de los ejércitos.

[13] Tomaron cuerpo vuestros blasfemos discursos contra mí, dice el Señor.

[14] Y vosotros decís: ¿Qué es lo que hemos hablado contra ti? Habéis dicho: En vano se sirve a Dios, ¿y qué provecho hemos sacado nosotros de haber guardado sus mandamientos, y haber seguido tristes o penitentes la senda del Señor de los ejércitos?

[15] Por eso ahora llamamos bienaventurados a los soberbios, pues viviendo impíamente hacen fortuna y provocan a Dios, y con todo quedan salvos.

[16] Entonces aquellos que temen a Dios estuvieron hablando unos con otros. Y Dios estuvo atento, y escuchó y fue escrito ante él un libro de memoria a favor de los que temen al Señor, y tienen en el corazón su santo Nombre.

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Horrorizados de oír a los impíos blasfemar, se animan unos a otros a perseverar en la ley de Dios.

[17] Y ellos, dice el Señor de los ejércitos, en aquel día en que yo pondré en ejecución mis designios, serán el pueblo mío; y yo los atenderé benigno, como atiende el hombre a un hijo suyo que le sirve.

[18] Y vosotros cambiaréis entonces de parecer, y conoceréis la diferencia que hay entre el justo y el impío, y entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.

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La distancia entre el justo y el pecador se verá claramente en el último juicio. En la situación terrena no se ve la diferencia. 1Co. 3, 13.

Malaquías, 3