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Gálatas, 4


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[1] Digo además: Que mientras el heredero es niño, en nada se diferencia de un siervo, no obstante ser dueño de todo;

[2] sino que está bajo la potestad de los tutores y curadores, hasta el tiempo señalado por su padre.

[3] Así nosotros, cuando éramos todavía niños, estábamos servilmente sujetos a las primeras y más groseras instrucciones que se dieron al mundo.

[4] Mas cumplido que fue el tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de una mujer, y sujeto a la ley,

[5] para redimir a los que estaban debajo de la ley y a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

[6] Y por cuanto vosotros sois hijos, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual nos hace clamar: ¡Abba!, esto es: ¡Padre mío!

[7] Y así ninguno de vosotros es ya siervo, sino hijo. Y siendo hijo, es también heredero de Dios por Cristo .

[8] Verdad es que cuando no conocíais a Dios, servíais a los que realmente no son dioses.

[9] Pero ahora, habiendo conocido a Dios, o por mejor decir, habiendo sido de Dios amados y conocidos, ¿cómo tornáis otra vez a esas observancias legales, que son sin vigor ni suficiencia, queriendo sujetaros nuevamente a ellas?

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Hb. 7, 18.

[10] Observáis todavía los ritos de los días, y meses, y tiempos, y años.

[11] Me tomé de vosotros no hayan sido inútiles entre vosotros mis trabajos.

[12] Sed como yo, ya que yo he sido como vosotros, ¡oh hermanos míos!; os lo ruego encarecidamente. A mí en nada me habéis agraviado;

[13] al contrario, bien sabéis que cuando hace tiempo os prediqué la buena nueva, lo hice entre las persecuciones y aflicciones de la carne, y en tal estado de mi carne o de humillación mía, que os era materia de tentación,

[14] no me despreciasteis, ni desechasteis; antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como al mismo Jesucristo.

[15] ¿Dónde está, pues, ahora aquella felicidad en que os gozabais? Porque yo puedo testificar de vosotros que entonces estabais prontos, si posible fuera, a sacaros los ojos, para dármelos a mí.

[16] Conque ¿por deciros la verdad me he hecho enemigo vuestro?

[17] Esos falsos apóstoles procuran estrecharse con vosotros; mas no es con buen fin, sino que pretenden separaros de nosotros, para que los sigáis a ellos.

[18] Sed, pues, celosos amantes del bien con un fin recto, en todo tiempo, y no sólo cuando me hallo yo presente entre vosotros.

[19] Hijitos míos, por quienes segunda vez padezco dolores de parto hasta formar enteramente a Cristo en vosotros,

[20] quisiera estar ahora con vosotros, y diversificar mi voz según vuestras necesidades: porque me tenéis perplejo sobre el modo con que debo hablaros.

[21] Decidme, os ruego, los que queréis estar sujetos a la ley antigua, ¿no habéis leído lo que dice la ley?

[22] Porque escrito está que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava Agar, y otro de la libre, que era Sara.

[23] Mas el de la esclava nació según la carne, o naturalmente; al contrario, el hijo de la libre nació milagrosamente y en virtud de la promesa.

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Que ya era una mujer anciana y estéril.

[24] Todo lo cual fue dicho por alegoría, porque estas dos madres son las dos leyes o testamentos. La una dada en el monte Sinaí , que engendra esclavos, la cual es simbolizada en Agar;

[25] porque el Sinaí es un monte de la Arabia que corresponde a la Jerusalén de aquí abajo, la cual es esclava con sus hijos.

[26] Mas aquella Jerusalén de arriba, figurada en Sara, es libre, la cual es madre de todos nosotros.

[27] Porque escrito está: Alégrate estéril, que no pares, prorrumpe en gritos de júbilo, tú que no eres fecunda; porque son muchos más los hijos de la que ya estaba abandonada por estéril, que los de la que tiene marido.

[28] Nosotros, pues, hermanos, somos los hijos de la promesa, figurados en Isaac.

[29] Mas así como entonces el que había nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así sucede también ahora.

[30] Pero ¿qué dice la Escritura?: Echa fuera a la esclava y a su hijo; que no ha de ser heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

[31] Según esto, hermanos, nosotros no somos hijos de la esclava, sino de la libre; y Cristo es el que nos ha adquirido esta libertad.

Gálatas, 4