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Cantares, 5


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[1] Venga, pues, mi amado a su huerto, y coma del fruto de sus manzanos. Ya he venido a mi huerto, hermana mía esposa; cogido he ya comido mi panal con la miel mía; bebido he mi vino con mi leche. He dicho: comed vosotros, oh amigos, y bebed, carísimos, hasta saciaros.

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Apenas había invitado la esposa a su esposo, cuando éste habla del convite como ya realizado.

[2] Dormía yo, y estaba mi corazón velando; y he aquí la voz de mi amado que llama y dice: Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi inmaculada y purísima: Porque está llena de rocío mi cabeza, y de neblina de la noche mis cabellos.

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Comienza otro día.

[3] Y le respondí: ¡Válgame Dios, esposo mío!, si ya me despojé de mi túnica, ¿me la he de volver a poner? Lavé mis pies, ¿y me los he de volver a ensuciar?

[4] Entonces mi amado metió su mano por la ventanilla de la puerta probando si la abriría, y a este ruido que hizo se conmovió mi corazón.

[5] Me levanté luego para abrir a mi amado destilando mirra mis manos, y están llenos de mirra selectísima mis dedos.

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La mirra es un símbolo de la presencia del amado y se menciona continuamente en el libro.

[6] Alcé, pues, la aldaba de mi puerta para que entrase mi amado; pero él se había ya retirado, y seguido adelante. Mi alma había quedado desmayada al eco de su voz; lo busqué, mas no lo hallé; lo llamé a voces, y no me respondió.

[7] Me encontraron las patrullas que rondan la ciudad, me hirieron, y me lastimaron; y me quitaron mi manto, con que me cubría, las centinelas de los muros.

[8] Os conjuro, oh hijas de Jerusalén , que si hallareis a mi amado, le contéis cómo desfallezco de amor.

[9] ¿Qué tiene tu amado sobre los demás amados, oh hermosísima entre todas las mujeres?; ¿qué hay en tu querido sobre los demás queridos para que así nos conjures que lo busquemos?

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Las amigas le piden señas para buscar al amado.

[10] Mi amado es blanco y rubio; escogido es entre millares de jóvenes.

[11] Su cabeza, oro finísimo; sus cabellos, largos y espesos como renuevos de palmas, y negros como el cuervo.

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Como los vistosos estambres de las palmas.

[12] Sus ojos como los de las palomas que se ven junto a los arroyuelos de aguas, blancas como si se hubiesen lavado con leche, y que se paran a la orilla de corrientes caudalosísimas.

[13] Sus mejillas como dos eras de plantas aromáticas, plantadas por hábiles perfumeros; sus labios, lirios rosados que destilan mirra purísima.

[14] Sus manos, de oro, y como hechas a torno, llenas de jacintos; su pecho y vientre como un vaso de marfil guarnecido de zafiros.

[15] Sus piernas columnas de mármol, sentadas sobre basas de oro. Su aspecto majestuoso como el del Líbano, y escogido como cedro entre los árboles.

[16] Suavísimo el eco de su voz; y en suma, todo él es envidiable. Tal es mi amado, y ése es mi amigo, hijas de Jerusalén .

Cantares, 5