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Baruc, 3


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[1] Y ahora, oh Señor todopoderoso, Dios de Israel, a ti dirige sus clamores el alma mía angustiada y mi espíritu acongojado.

[2] Atiende, ¡oh Señor!, y ten piedad, pues tú eres un Dios de misericordia, y apiádate de nosotros, porque hemos pecado en tu presencia.

[3] Pues tú, oh Señor, permaneces eternamente; y nosotros tus hijos, ¿habremos de perder para siempre?

[4] ¡Oh Señor todopoderoso, Dios de Israel!, escucha ahora la oración de los muertos de Israel, de los israelitas atribulados y de los hijos de aquéllos los cuales pecaron delante de ti, y no quisieron escuchar la voz del Señor Dios suyo, por cuyo motivo se han apegado a nosotros todos los males.

[5] No quieras acordarte de las maldades de nuestros padres; acuérdate, sí, en esta oración de tu poder y de tu santo Nombre.

[6] Porque tú eres el Señor Dios nuestro; y nosotros, ¡oh Señor!, te tributaremos la alabanza;

[7] pues por eso has llenado de temor nuestros corazones, a fin de que invoquemos tu santo Nombre, y te alabemos en nuestra cautividad; puesto que detestamos ya la iniquidad de nuestros padres que pecaron en tu presencia.

[8] Y he aquí que permanecemos nosotros en nuestro cautiverio, en donde nos tienes tú dispersos, para que seamos el escarnio, la maldición y la condenación de los pecadores, en pena de todas las maldades de nuestros padres, los cuales se alejaron de ti, ¡oh Señor Dios nuestro!

[9] Escucha, ¡oh Israel!, los mandamientos de vida: Aplica tus oídos para aprender la prudencia.

[10] ¿Cuál es el motivo, oh Israel, de que estés tú en la tierra de enemigos?,

[11] ¿y de que hayas envejecido en país extranjero, te hayas contaminado entre los muertos, y de que ya se te cuente en el número de los que descienden al sepulcro?

[12] ¡Ah!, es por haber tú abandonado la fuente de la sabiduría.

[13] Porque si hubieses andado por la senda de Dios, hubieras vivido ciertamente en paz o felicidad perdurable.

[14] Aprende, pues, dónde está la sabiduría, donde está la fortaleza, donde está la inteligencia, para que sepas así también donde está la vida larga y el sustento, y donde está la luz de los ojos del alma, y la paz o felicidad verdadera.

[15] ¿Quién halló el lugar en que ella habita? ¿Y quién penetró en sus tesoros?

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La sabiduría aparece personificada. Prov 8; Sab 6; Eclo 24.

[16] ¿Dondé están los príncipes de las naciones y aquellos que dominaban las bestias de la tierra?

[17] ¿Aquellos que jugaban o se enseñoreaban de las aves del cielo?

[18] ¿Aquellos que atesoraban plata y oro, en que ponen los hombres su confianza, y en cuya adquisición jamás acaban de saciarse; aquellos que hacían labrar muebles de plata, y andaban afanados, sin poner término a sus empresas?

[19] Exterminados fueron y descendieron a los infiernos; y su puesto lo ocuparon otros.

[20] Estos jóvenes vieron la luz, y habitaron sobre la tierra como sus padres; pero desconocieron también el camino de la sabiduría;

[21] y no comprendieron sus veredas, ni sus hijos la abrazaron; se alejó de la presencia de ellos.

[22] No se oyó palabra de ella en la tierra de Canaán, ni fue vista en Temán.

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En la tierra de Canaán habitaban los fenicios, pueblo astuto y célebre por la invención del alfabeto. Los temanitas eran considerados un pueblo más instruido que los demás. Je. 49, 20.

[23] Asimismo los hijos de Agar, que van en busca de la prudencia o sabiduría que procede de la tierra, y los negociantes de Merra y de Temán y los autores de fábulas instructivas, y los investigadores de la sabiduría e inteligencia, desconocieron igualmente el camino de la verdadera sabiduría, y no hicieron mención de sus veredas.

[24] ¡Oh Israel, cuán grande es la casa de Dios y cuán espacioso el lugar de su dominio!

[25] Grandísimo es y no tiene término, excelso es e inmenso.

[26] Allí vivieron aquellos famosos gigantes, que hubo al principio del mundo, de gran estatura, diestros en la guerra.

[27] No fueron éstos escogidos por el Señor; no hallaron éstos la senda de la doctrina, por lo tanto perecieron.

[28] Porque no tuvieron sabiduría, perecieron por su necedad.

[29] ¿Quién subió al cielo, y la tomó, y la trajo de encima de las nubes?

[30] ¿Quién atravesó los mares, y pudo hallarla, y la trajo con preferencia al oro purísimo?

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El hombre es incapaz de alcanzar por sí solo la sabiduría. Job. 28, 15.

[31] No hay nadie que pueda conocer los caminos de ella, ni investigar las veredas por donde anda.

[32] Mas aquel Señor que sabe todas las cosas, la conoce y la manifiesta con su prudencia; aquel que fundó la tierra para que subsista eternamente, y la llenó de ganados y de cuadrúpedos;

[33] aquel que despide la luz, y ella marcha al instante; y la llama, y ella obedece luego, temblando de respeto.

[34] Las estrellas difundieron su luz en sus estaciones, y se llenaron de alegría,

[35] fueron llamadas, y al instante respondieron: Aquí estamos; y resplandecieron, gozosas de servir al Señor que las creó.

[36] Este es nuestro Dios, y ningún otro será reputado por tal en su presencia.

[37] Este fue el que dispuso todos los caminos de la doctrina o sabiduría, y el que la dio a su siervo Jacob y a Israel su amado.

[38] Después de tales cosas, él se ha dejado ver sobre la tierra, y ha conversado con los hombres.

Baruc, 3