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Apocalipsis, 21


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[1] Y vi un cielo nuevo y tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron; y ya no había mar.

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Renovado todo el mundo y hecho incorruptible. Is. 65, 17; 66, 22; 2Pe. 3, 13.

[2] Ahora, pues, yo, Juan, vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén , descender del cielo por la mano de Dios, compuesta, como una novia engalanada para su esposo.

[3] Y oí una voz grande que venía del trono, y decía: Ved aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y el Señor morará con ellos. Y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios habitando en medio de ellos será su Dios.

[4] Y Dios enjugará de sus ojos todas las lágrimas; y no habrá ya muerte, ni llanto, ni alarido, ni habrá más dolor, porque las cosas de antes son pasadas.

[5] Y dijo el que estaba sentado en el solio: He aquí que renuevo todas las cosas. Y me dijo a mí: Escribe, porque todas estas palabras son dignísimas de fe y verdaderas.

[6] Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo. Al sediento yo le daré de beber gratuitamente, o sin interés, de la fuente del agua de la vida.

[7] El que venciere poseerá todas estas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

[8] Mas en orden a los cobardes, e incrédulos, y execrables o desalmados, y homicidas, y deshonestos, y hechiceros, e idólatras, y a todos los embusteros, su suerte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, y eterna.

[9] Vino después un ángel de los siete que tenían las tazas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven, y te mostraré la esposa, novia del Cordero.

[10] Con eso me llevó en espíritu a un monte grande y encumbrado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén , que descendía del cielo y venía de Dios,

[11] la cual tenía la claridad de Dios; cuya luz era semejante a una piedra preciosa, a piedra de jaspe, transparente como cristal.

[12] Y tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas doce ángeles y nombres esculpidos, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.

[13] Tres puertas al oriente, y tres puertas al norte, tres puertas al mediodía, y otras tres al poniente.

[14] Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

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Los apóstoles se llaman fundamentos de la Iglesia, porque ésta se fundó sobre la fe de Jesucristo, que ellos predicaban. Ya que su predicación preparó la entrada en la Jerusalén celestial, se llaman también puertas.

[15] Y el que hablaba conmigo tenía una caña de medir, que era de oro, para medir la ciudad, y sus puertas, y la muralla.

[16] Es de advertir que la ciudad es cuadrada, y tan larga como ancha; midió, pues, la ciudad con la caña de oro, y tenía doce mil estadios siendo iguales su longitud, altura y latitud.

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El muro tenía en todas partes la misma altura y la misma anchura. Esta descripción es metafórica y se refiere a grandeza interior y exterior de la celestial Jerusalén.

[17] Midió también la muralla, y la halló de ciento cuarenta y cuatro codos de alto, medida de hombre, que era también la del ángel.

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Pues se apareció en forma humana.

[18] El material de este muro era de piedra jaspe; mas la ciudad era de un oro puro tan transparente, que se parecía a un vidrio, o cristal, sin mota.

[19] Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados con toda suerte de piedras preciosas. El primer fundamento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia o rubí, el cuarto de esmeralda,

[20] el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisopraso o lapislázuli, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.

[21] Y las doce puertas son doce perlas; y cada puerta estaba hecha de una de estas perlas, y el pavimento de la ciudad de oro puro y transparente como el cristal.

[22] Y yo no vi templo en ella; por cuanto el Señor Dios omnipotente es su templo, con el Cordero.

[23] Y la ciudad no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la tiene iluminada, y su lumbrera es el Cordero.

[24] Y a la luz de ella andarán las gentes; y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria y su majestad.

[25] Y sus puertas no se cerrarán al fin de cada día, porque no habrá allí noche.

[26] Y en ella se introducirá, y vendrá a parar, la gloria y la honra de las naciones.

[27] No entrará en esta ciudad cosa sucia, o contaminada, ni quien comete abominación y falsedad, sino solamente los que se hallan escritos en el Libro de la vida del Cordero.

Apocalipsis, 21