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II Reyes, 3


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[1] Joram, hijo de Acab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria el año decimoctavo de Josafat, rey de Judá; y reinó doce años.

[2] E hizo el mal delante del Señor; mas no como su padre y madre; pues quitó las estatuas de Baal, que había hecho su padre.

[3] No obstante imitó los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; y no se apartó de ellos.

[4] Es de saber que Mesa, rey de Moab, criaba muchos ganados, y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones.

[5] Pero muerto Acab, rompió la alianza que tenía con el rey de Israel.

[6] Por esta causa el rey Joram salió entonces de Samaria, y pasó revista de todo Israel.

[7] Y envió a decir a Josafat, rey de Judá: El rey de Moab se me ha rebelado; ven conmigo a hacerle guerra. Respondió Josafat: Iré; lo que es mío, es tuyo; mi pueblo es pueblo tuyo, y mis caballos tuyos son.

[8] Y añadió: ¿Qué camino tomaremos? A lo que le respondió Joram: El camino del desierto de Idumea.

[9] Marcharon, pues, el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Idumea, y anduvieron rodeando siete días de camino, y se hallaron sin agua para el ejército y para las bestias que llevaban detrás.

[10] Dijo entonces el rey de Israel: ¡Ay, ay, ay de nosotros! El Señor nos ha juntado aquí tres reyes para entregarnos en poder de Moab.

[11] Pero dijo Josafat: ¿No hay aquí algún profeta del Señor, para implorar por medio de él el socorro del Señor? A esto respondió uno de los criados del rey de Israel: Aquí está Eliseo, hijo de Safat, que daba aguamanos, o servía, a Elías.

[12] Dijo Josafat: El Señor habla por su boca. Fueron, pues, a encontrarlo el rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, y el rey de Idumea.

[13] Mas Eliseo dijo al rey de Israel: ¿Qué tienes tú que ver conmigo? Anda, ve a los profetas de tu padre y de tu madre. Le dijo el rey de Israel: ¿Por qué habrá juntado el Señor estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab?

[14] Vive el Señor de los ejércitos, en cuya presencia estoy, respondió Eliseo, que si no respetara a Josafat, rey de Judá, no te hubiera atendido, ni aun siquiera mirándote la cara.

[15] Mas ahora traedme acá uno que taña el arpa. Y mientras éste cantaba al son del arpa, la virtud del Señor se hizo sentir sobre Eliseo, el cual dijo:

[16] Esto dice el Señor: Cavad en la madre de este torrente, haciendo fosas y más fosas;

[17] pues el Señor dice así: No veréis viento, ni lluvia, y la madre de este torrente se henchirá de aguas, y beberéis vosotros, y vuestras tropas, y vuestras bestias.

[18] Y esto aun es lo de menos en los ojos del Señor; porque además entregará también a Moab en vuestras manos.

[19] Y destruiréis todas las plazas fuertes, y todas las ciudades principales, y cortaréis todos los árboles frutales, y cegaréis todos los manantiales de aguas, y sembraréis de piedras todos los campos más fértiles.

[20] En efecto, llegada la mañana, al tiempo que suele ofrecerse el sacrificio, ya las aguas venían corriendo por el camino de Edom; y se inundó de agua todo aquel terreno.

[21] Al mismo tiempo los moabitas todos a una, oyendo que aquellos reyes habían salido a campaña contra ellos, convocaron a todos los hombres aptos para la guerra, y vinieron a esperarlos en las fronteras.

[22] Y habiéndose levantado al apuntar el día, luego que los rayos del sol brillaron sobre las aguas, les parecieron éstas rojas como sangre.

[23] Por lo cual dijeron: Sangre de batalla es; los reyes han peleado contra sí, y se han acuchillado unos a otros; corre ahora, oh Moab, a recoger la presa.

[24] En efecto, corrieron al campamento de Israel; mas los israelitas, puestos sobre las armas, dieron contra los moabitas, y los pusieron en fuga. Con esto fueron tras ellos los vencedores, y destrozaron a Moab;

[25] destruyeron sus ciudades; llenaron de piedras, que cada uno echaba, los campos más fértiles; cegaron todos los manantiales de las aguas, y cortaron todos los árboles frutales; de suerte que solamente quedaron los muros de ladrillos o el castillo; mas la ciudad fue cercada por los honderos, y en gran parte derribada.

[26] Habiendo visto, pues, el rey de Moab que los enemigos prevalecían, tomó consigo setecientos hombres valerosos con espada en mano, para forzar el campo del rey de Idumea, y escaparse: pero no pudo lograr su intento.

[27] Y arrebatando a su hijo primogénito, que debía sucederle en el reino, lo ofreció en holocausto sobre la muralla; cosa que causó gran horror a los israelitas, y así al punto se retiraron de allí volviendo a sus casas.

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A Moloc su dios, para aplacarlo con el sacrificio de lo que más amaba, su primogénito.

II Reyes, 3