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II Reyes, 19


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[1] Así que lo oyó el rey Ezequías , rasgó sus vestiduras, y se cubrió de un saco, y se fue a la casa del Señor.

[2] Y envió a Eliacim, su mayordomo mayor, y a Sobna, su secretario, y a los más ancianos de los sacerdotes cubiertos de sacos, a hablar a Isaías profeta, hijo de Amós,

[3] los cuales le dijeron: Esto dice Ezequías : Día es éste de tribulación, y de amenazas y de blasfemias; llegaron los hijos hasta el punto de nacer; pero la que está de parto no tiene fuerzas para darlos a luz.

[4] Mas el Señor Dios tuyo habrá sin duda oído todas las palabras de Rabsaces, enviado de su amo, el rey de los asirios, a ultrajar al Dios vivo, y a llenarlo de denuestos con las palabras que acaba de escuchar el Señor tu Dios; haz, pues oración por estos pocos israelitas que han quedado.

[5] Fueron, pues, con este mensaje los ministros del rey Ezequías a Isaías.

[6] Y les dijo Isaías: Esto diréis a vuestro amo: Así habla el Señor: No tienes que intimidarte por las palabras que has oído, con las cuales han blasfemado contra mí los criados del rey de los asirios.

[7] Yo voy a enviarle cierto espíritu, y oirá una nueva, y se volverá a su país, donde le haré parecer al filo de la espada.

[8] Entretanto Rabsaces, habiendo sabido que el rey de los asirios se había ido de Laquís, volvió, y lo halló batiendo a Lobna.

[9] Mas Sennaquerib, habiendo oído que Taraca, rey de Etiopía, había salido a campaña contra él al tiempo de marchar contra este rey envió embajadores a Ezequías , diciéndole:

[10] Esto diréis a Ezequías , rey de Judá: No te dejes engañar del Señor Dios tuyo, en quien pones tu confianza; y no digas: Jerusalén no será entregada en poder del rey de los asirios.

[11] Ya que tú mismo has oído lo que han hecho los reyes de los asirios en todos los demás países, y cómo los han asolado. ¿Serás por ventura tú solo el que podrás librarte?

[12] ¿Acaso los dioses de las naciones libraron a algunas de aquellas que fueron exterminadas por mis padres, es a saber, a Gozán, y Harán, y Resef, y a los hijos de Edén que estaban en Telasar?

[13] ¿Dónde está el rey de Emat, y el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaím, y de Ana y de Ava?

[14] Luego que Ezequías recibió la carta de mano de los embajadores, y la hubo leído, se fue al templo del Señor, y la extendió delante del Señor,

[15] y oró en su acatamiento, diciendo: Señor Dios de Israel, que estás sentado sobre los querubines, tú eres el solo Dios de todos los reyes de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra.

[16] Inclina tus oídos, y escucha: abre, ¡oh Señor!, tus ojos, y mira; oye todas las palabras blasfemas de Sennaquerib, el cual ha enviado a blasfemar entre nosotros del Dios vivo.

[17] Cierto es Señor, que los reyes de los asirios han desolado las gentes y todas sus tierras,

[18] y han arrojado al fuego a sus dioses, y los han destruido, porque no eran dioses, sino obras de la mano del hombre, hechas de madera y de piedra.

[19] Ahora, pues, ¡oh Señor Dios nuestro!, sálvanos de la mano de éste; para que sepan todos los reinos de la tierra que tú eres el Señor, el solo Dios.

[20] Entonces Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías : Esto dice el Señor Dios de Israel: He oído la plegaria que me has hecho acerca de Sennaquerib, rey de los asirios.

[21] He aquí la sentencia que contra él ha pronunciado el Señor: La virgen hija de Sión te ha menospreciado y escarnecido; detrás de ti ha meneado su cabeza la hija de Jerusalén .

[22] ¿A quién piensas que has insultado tú, y de quién has blasfemado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado en alto tus ojos insolentes? Contra el Santo de Israel.

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Contra el Señor Dios.

[23] Por la boca de tus siervos has denostado al Señor, y has dicho: Con la muchedumbre de mis carros armados he subido sobre los montes encumbrados, a la cima del Líbano, y he cortado sus altos cedros y sus mejores abetos o hayas; he penetrado hasta sus últimos extremos; y las frondosas selvas de su Carmelo

[24] yo las he cortado. Yo he bebido las aguas ajenas, y con mi tránsito he agotado todas las aguas encerradas.

[25] Pues, ¿no has oído decir tú lo que yo hice desde el principio ? Desde antes de los siglos primeros tengo yo ideado esto para castigo suyo, y ahora lo ejecuto; las ciudades fuertes por sus valerosos combatientes, quedarán reducidas a unas colinas desiertas.

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La salida de Egipto es el modelo del poder de Dios para liberar a su pueblo.

[26] Y los que las habitaban, quedando faltos de fuerza en sus brazos, temblaron y se amilanaron; y vinieron a quedar como el heno del campo y como la hierba verde de los tejados, que se seca antes de llegar a sazón.

[27] Yo desde el principio preví también tu habitación, tus salidas y tus entradas y tu marcha, y el furor con que te alzarías contra mí.

[28] Tú has enloquecido contra mí, ha llegado hasta mis oídos el ruido de tu soberbia. Yo te pondré pues, un anillo en tus narices y una mordaza en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste.

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Como se hace con algunos animales para sujetarlos.

[29] A ti, oh Ezequías , te doy esta señal: Come este año lo que hallares, y el año siguiente lo que por sí mismo naciere; pero al tercer año sembrad y segad; plantad viñas y comed sus frutos.

[30] Y todo lo que restare de la casa de Judá, echará otra vez hondas raíces, y afuera producirá frutos;

[31] porque de Jerusalén saldrán unos restos de pueblo, y de ese monte Sión saldrá la gente que se ha de salvar. Esto es lo que hará por su pueblo el celo del Señor de los ejércitos.

[32] Por lo cual he aquí lo que acerca del rey de los asirios dice el Señor: No pondrá el pie en esta ciudad, ni disparará contra ella saeta alguna, ni el soldado cubierto con su broquel la asaltará ni la cercará con trincheras.

[33] Por el camino que ha venido se volverá, y no entrará en la ciudad, dice el Señor.

[34] Pues yo ampararé a esta ciudad, y la salvaré por amor de mí y por amor de David, siervo mío.

[35] En efecto, aquella noche vino el ángel del Señor, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Y levantándose muy de mañana el rey de los asirios Sennaquerib, vio todos aquellos cuerpos muertos, y levantó el campo, y se marchó;

[36] y volvió a Nínive, donde fijó su asiento,

[37] y mientras que estaba adorando en el templo a su Dios Nesroc, lo mataron a puñaladas sus hijos Adramelec y Sarasar, y huyeron a tierra de los armenios, reinando en su lugar su hijo Asaraddón.

II Reyes, 19