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II Reyes, 10


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[1] Quedaban de Acab setenta hijos en Samaria. En consecuencia escribió Jehú una carta y la envió a Samaria a los magnates de la ciudad, y a los ancianos, y a los preceptores de los hijos de Acab. Decía en ella:

[2] Luego que recibáis esta carta los que tenéis a vuestra disposición los hijos de vuestro señor, y los carros de guerra, y los caballos y las ciudades, fuertes, y las armas,

[3] elegid el mejor y que más os agradare entre los hijos de vuestro señor, y colocadlo sobre el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor.

[4] Se intimidaron ellos sobremanera, y dijeron: No han podido dos reyes hacerle frente, ¿cómo podremos resistirle nosotros?

[5] Enviaron, pues, los mayordomos de palacio y magistrados de la ciudad, y los ancianos y los preceptores a decir a Jehú: Vasallos tuyos somos, haremos cuanto mandares; no pensamos elegir rey sobre nosotros; haz todo lo que bien te pareciere.

[6] Mas él les volvió a escribir una segunda carta, en la cual les decía: Si sois de los míos, y me prestáis obediencia, tomad las cabezas de los hijos de vuestro señor, y venid a veros conmigo mañana a estas horas en Jezrael. Eran los hijos del rey en número de setenta: los cuales se criaban en las casas de los magnates de aquella ciudad.

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Is. 49, 23.

[7] Luego que recibieron esta carta, cogieron a los setenta hijos del rey y los mataron; y metieron sus cabezas en unas cestas, y se las remitieron a Jezrael.

[8] Llegó, pues, un mensajero, y dio a Jehú el aviso diciendo: Han traído las cabezas de los hijos del rey. A lo que respondió Jehú: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta la mañana.

[9] Y luego que amaneció, salió él, y puesto de pie dijo a todo el pueblo: Vosotros que sois justos, decidme: Si yo he conspirado contra mi señor, y le he quitado la vida, ¿quien ha degollado a todos éstos?

[10] Por tanto considerad ahora cómo no ha caído en tierra una sola palabra de las que habló el Señor contra la casa de Acab, y cómo ha ejecutado el Señor lo que predijo por medio de Elías, su siervo.

[11] Hizo, pues, matar Jehú a cuantos habían quedado en la familia de Acab en Jezrael, y a todos sus magnates, y familiares, y sacerdotes, sin dejar ninguno con vida.

[12] De aquí partió para Samaria, y al llegar a la Casa-esquileo, que está junto al camino,

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Es el nombre de un lugar.

[13] se encontró con los hijos de los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: ¿Quiénes sois vosotros? Los cuales respondieron: Somos hermanos de Ocozías, y venimos a saludar a los hijos del rey y a los de la reina.

[14] Dijo Jehú: Prendedlos vivos. Presos que fueron vivos, los degollaron junto a una cisterna vecina a la Casa-esquileo, en orden de cuarenta y dos hombres, sin perdonar a ninguno.

[15] Pasando adelante halló a Jonadab, hijo de Recab, que le salía al encuentro, y Jehú lo saludó, y dijo: ¿Es tu corazón recto y propenso hacia mí, como lo es mi corazón hacia el tuyo? Sí, por cierto, respondió Jonadab. Si lo es, replicó Jehú, dame tu mano. Y él le dio la mano. Y lo hizo Jehú subir en su coche,

[16] diciéndole: Ven conmigo, y verás mi celo por el Señor. Y así que lo tuvo en el coche,

[17] lo llevó a Samaria, donde acabó de matar a cuantos habían quedado allí de la casa de Acab, sin dejar uno siquiera; conforme a la palabra del Señor pronunciada por Elías.

[18] Juntó también Jehú a todo el pueblo, y le dijo: Acab tributó algún culto a Baal; pero yo se lo tributaré mayor.

[19] Ahora, pues, convocadme a todos los profetas de Baal, y a sus adoradores todos, y a todos sus sacerdotes; ninguno deje de venir, porque voy a hacer un sacrificio grandioso a Baal; todo aquel que faltare, morirá. Mas Jehú trazaba todo esto astutamente para acabar con todos los adoradores de Baal.

[20] Y así es que dijo: Promulgad una fiesta solemne a Baal. Y echó un bando,

[21] y lo hizo publicar en todos los términos de Israel. Con esto acudieron todos los ministros de Baal; no quedó ni uno siquiera que no asistiese. Y entraron en el templo de Baal, y se llenó la casa de Baal de punta a cabo.

[22] Dijo también a los que tenían el cargo de las vestiduras: Sacad vestiduras para todos los ministros de Baal. Y le sacaron las vestiduras.

[23] Después de esto entrando Jehú con Jonadab, hijo de Recab, en el templo de Baal, dijo a los adoradores de Baal: Registrad bien, y mirad que no haya con vosotros ninguno de los siervos del Señor, sino los siervos de Baal.

[24] Entraron, pues, para ofrecer las víctimas y holocaustos. Mas Jehú tenía dispuestos afuera ochenta hombres, a quienes había dicho: Cualquiera que dejare escapar alguno de estos hombres que yo entrego en vuestras manos, pagará con su vida la vida del que escapare.

[25] Concluido que fue el holocausto, dijo Jehú a sus soldados y capitanes: Entrad y matadlos; que ninguno escape. Y los soldados y capitanes los pasaron a cuchillo, arrojando fuera los cadáveres. De aquí marcharon a la ciudad del templo de Baal,

[26] y sacaron fuera del templo la estatua de Baal, y la quemaron y redujeron a cenizas.

[27] Destruyeron asimismo el templo de Baal, e hicieron en su lugar letrinas que permanecen hasta hoy día.

[28] Así Jehú exterminó del país de Israel a Baal.

[29] Mas con todo eso no se apartó de los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, e hizo pecar a Israel, ni abandonó los becerros de oro que quedaban en Betel y en Dan.

[30] Por lo demás el Señor dijo a Jehú: Por cuanto has ejecutado con celo lo que era justo y agradable a mis ojos, y cumplido todo lo que tenía resuelto en mi corazón contra la casa de Acab, tus hijos hasta la cuarta generación ocuparán el trono de Israel.

[31] Jehú no tuvo cuidado en caminar con todo su corazón por la ley del Señor Dios de Israel; puesto que no se apartó de los pecados de Jeroboam, el cual había hecho pecar a Israel.

[32] En aquellos días comenzó el Señor a indignarse con Israel; y así Hazael lo derrotó, y devastó en todos sus confines,

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Rey de Siria.

[33] desde el Jordán hacia el oriente arruinando toda la tierra de Galaad, de Gad y de Rubén, y de Manasés; desde Aroer, situada junto al torrente de Arnón, hasta Galaad y Basán.

[34] Las otras cosas de Jehú, y todo cuanto hizo, y sus proezas de valor, ¿acaso ya no están escritas en el Libro de los Anales de los Reyes de Israel?

[35] Al fin durmió Jehú con sus padres, y fue sepultado en Samaria, y su hijo Joacaz le sucedió en el reino.

[36] El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaria fue de veintiocho años.

II Reyes, 10